Hace un calor anormal en Moscú: la temperatura se niega a bajar bajo cero, el punto de congelación, pero hay oscuridad y humedad, eso sí. Amanece tarde, oscurece temprano, y el presidente Medvedev ha tomado una decisión que empeora la situación: decidió mantener encendida una luz meridiana sobre Rusia, a lo largo de este invierno. Para difundir esta decisión estúpida, empezaron las iluminaciones navideñas un mes antes de la fecha acostumbrada, con vistas a estimular los ánimos de los votantes. Y resulta que sirven para que se vean en el mundo entero los tanques de la policía enviados para calmar al electorado exaltado.
De antemano, se había dictaminado que las elecciones parlamentarias iban a ser un ejercicio de fachada, sin relevancia en la práctica. “Lo que importa no es cómo votas, sino cómo ellos contabilizan los votos”, decían los mandarines. Pero los resultados fueron impactantes, y apuntan a grandes cambios en la cumbre del poder. Pues lo que han dicho los rusos con su voto al comunismo es lo siguiente: “Vuelve de una vez, ya está todo perdonado.” Pues sí, efectivamente votaron para la restauración de la Unión soviética, de una forma u otra. Tal vez este voto no se registre como tal, pero ahora sabemos que el pueblo está desilusionado con el capitalismo, con el lugar secundario de la Rusia post soviética en el mundo, y con el contubernio entre el gobierno y el mundo del negocio en grande.
Si hicieron falta 70 años para que los comunistas demostraran que sus ideas estaban equivocadas, los capitalistas sólo necesitaron veinte, observó Maxim Kantor, pintor, escritor y pensador ruso eminente. El veinte aniversario de la restauración del capitalismo, celebrado este año, no dio lugar a regocijo, sino a tristes cabildeos. Los rusos lamentaron en voz alta el rumbo tomado por su país en 1991; el golpe fallido de agosto de 1991, última tentativa para preservar el comunismo, se considera ahora positivamente, mientras los valientes muchachos de Harvard que iniciaron las reformas son considerados criminales. Yeltsin y Gorbachov están fuera de juego, Stalin ha vuelto al tablero.
A pesar de las falsificaciones de los resultados (ver a continuación), los comunistas (CPRF y su partido Just Russia, o SR) aumentaron mucho su representación y pueden ser considerados como los verdaderos ganadores. El partido en el poder Rusia Unida (ER) sufrió grandes pérdidas. Al ser una simple confederación de individuos en busca de poder, se derrumbó fácilmente. Ahora existe una posibilidad distinta de que los comunistas puedan configurar el gobierno, es decir, si es que el presidente se lo pide.
Los partidos pro capitalistas y de derecha fueron sancionados por los votantes. La Causa derechista neoliberal (PD), el partido preferido por los que creen en el mercado, languidece con menos del uno por ciento de los votos. El partido liberal pro occidental que se autotitula medio en broma el “partido de Steve Jobs el de Apple” ni siquiera figura en los resultados. Muchos rusos piensan que, descontando las falsificaciones, los comunistas ganaron más del 50% de los votos en realidad, como lo había anunciado con varios meses de antelación VT Tretyakov, un periodista ruso mayor y editorialista quien se lo explicó a un grupo de analistas de Washington DC. Dijo correctamente que en un proceso electoral honesto, los comunistas se llevarían la victoria, que los liberales quedarían fuera, y tenía la razón. Si esta corazonada no encuentra su expresión en la acción política, el pueblo se va a sentir traicionado.
Esta vuelta al comunismo sucede al tiempo que Rusia lucha por restaurar su herencia
El oleoducto del Norte ha establecido la conexión directa para el gas ruso con los consumidores europeos, dejando de lado a Polonia (y por rebote, a Estados Unidos) sin lugar de presión. Se están instalando oleoductos para el petróleo y el gas hacia China, lo que promete a Rusia una diversificación de su clientela.
La idea de Putin en términos de Unión Eurasiática está tomando forma. Ucrania ha hecho gestos amistosos, la crisis de Bielorusia ha terminado, y Jazastán está firme en el medio.
El portaviones ruso ha zarpado a las costas de Siria, en un inédito despliegue de poder, mientras el embajador de Qatar ha tenido que largarse, porque parece que este emirato pequeño pero rico es el que está encabezando la campaña anti Siria.
El mes pasado, el fabuloso teatro Bolchoi fue restaurado de manera exquisita, con grandes gastos, como en sus gloriosos tiempos de oro y púrpura. El público conservador lamenta que la ópera de Glinka Ruslan y Ludmila (con el maravilloso cantante americano Charles Workman) fuera dirigida con un estilo vanguardista, pero esto demuestra que el teatro no va a fungir como pieza de museo, sin que va a producir arte vivo y al día.
Sochi se está convirtiendo en la ciudad más cara y lujosa para el turismo de mar y montaña, en preparación de los juegos olímpicos de invierno;
Moscú se ha embellecido; hay árboles de Navidad de 33 metros de altura con elaborada decoración, en lugares prominentes de toda la ciudad, haciendo la oscuridad invernal casi soportable. Los parques de la ciudad han recibido garantías de altos presupuestos para mejorar; se han preparado pistas de patinaje, e incluso fuentes derrumbadas veinte años atrás han sido reconstruidas.
Pero la señal más importante del resurgimiento de Rusia tuvo lugar este mes: una reliquia sagrada, el cinto de la Virgen María, ha regresado a Moscú, desde el Monte Athos donde estaba resguardada. Y unos tres millones de rusos han ido a venerarla, haciendo cola durante 24 horas como promedio, con temperaturas frigoríficas. Esta fue la respuesta asimétrica de Rusia a las colas yankis en los centros comerciales, aquél viernes negro.
Rusia tiene un montón de problemas, por supuesto. perdió unos 20 millones de vidas en la transición al capitalismo, a cambio de muy poco; sus aldeas están vacías, el robo de cerebros se ha llevado a los más brillantes a otras tierras. La fuga de capitales deja a Rusia en la sequía; cada vez que la justicia persigue a un dueño de empresa, da con una multinacional con sede off-shore, en Chipre. Estafas y extorsiones son lo más común; la infraestructura está hecha trizas, la desindustrialización ha socavado la clase obrera; los especuladores se han apoderado de las tierras agrícolas. El ejército está desmoralizado, su armamento está obsoleto, y la educación rusa es tan mala como en los demás países.
Los ricos son demasiado ricos, y el uno por ciento de la población posee la mayor parte de la riqueza del país. Esta riqueza, el pueblo no la considera legítima: el juicio de Berezovsky contra Abramovich a ofrecido las pruebas judiciales de que la fabulosa riqueza de los nuevos rusos procede del secuestro de la riqueza nacional. Y lo peor es que el mundo del negocio en grande está plenamente integrado al gobierno; los oligarcas y oficiales del gobierno se casan entre sí, y viven separados del “hoi poloi”, el pueblo.
La gente no está conforme con lo que ven como un régimen dictatorial o “de ocupación”. Mientras a Putin se le considera como un dirigente hostil en Occidente, los rusos piensan que es demasiado atento con los occidentales, y que esto es un punto clave del régimen instalado en los noventa. Mil veces preferirían una posición antimperialista firme.
Las elecciones tal vez tengan pocas consecuencias directas, pues la constitución rusa fue redactada por Boris Yeltsin después de que congelara el parlamento en 1993 e impusiera su ley personal (con el aplauso de los medios occidentales). Esta constitución autoriza al presidente a no tener en cuenta el parlamento. Pero las elecciones muestran el cambio en los modales públicos.
Y por si fuera poco, una gran manifestación de unos diez mil ciudadanos se desplegó en el centro de Moscú, algo inédito desde 1993. Los manifestantes protestaron contra las falsificaciones masivas en los resultados electorales. Hubo 300 detenciones, entre ellas la del bloguero Alexei Navalnalny, popular y populista, quien creó el “Partido de estafadores y ladrones” para Rusia unida. Al día siguiente, la policía tuvo que dispersar otra manifestación en el centro.
Con la primavera árabe de trasfondo, las autoridades están preocupadas. Se han enviado tropas hacia Moscú. Aunque no se contemplan disturbios por ahora, las autoridades rusas tradicionalmente famosas por su mano dura nunca se conforman con unos pocos policías si pueden mandar una brigada, y así es como desplegaron la temible brigada Jerzinski de las Fuerzas especiales.
¿Hubo fraude acaso en las elecciones? Observadores independientes reportaron varias irregularidades en Moscú; posiblemente fuera peor en otros lugares. Parece que los militantes del partido oficial ER metieron muchas boletas falsas en las urnas, y posiblemente distorsionaron los resultados. Una encuesta realizada por la ONG Golos sobre la base de algunos lugares donde no se reportan irregularidades muestran que los comunistas ganaron por amplia mayoría, mientras que ER casi desaparece en las encuestas. En la web, se mencionan masivas distorsiones después del conteo de los votos. Es difícil extrapolar a partir de los resultados en Moscú, pero los rusos están convencidos de que los resultados fueron falsificados. Y también están hartos de sus gobernadores “Teflon”, sobre quienes resbalan las objeciones.
ER
SR
CPRF
LDPR
Resultados oficiales
49%
13%
19 %
11%
Estimación popular
32%
17%
35%
11%
Esto debería ofrecer el pretexto para una revolución, pero los dirigentes comunistas de hoy no son del mismo temple que sus legendarios predecesores. No exigen ningún recuento, y generalmente aceptan su destino, lo cual es un error. En 1996, los comunistas ganaron las elecciones, pero aceptaron la derrota porque le temían a las tropas de choque de Yeltsin, encabezadas por el oligarca desalmado Boris Berezovsky. Quieren evitar una guerra civil a toda costa; y todos dudan de que los superricos renuncien a su riqueza y a sus posiciones, simplemente porque la gente llana vote en tal o cual sentido Muchos piensan que los dirigentes comunistas forman parte simplemente del sistema, al estilo de la “oposición leal contra Su Majestad” (HM) en Inglaterra.
La oposición más empeñada en denunciar las manipulaciones electorales es la de derechas, aunque ninguna encuesta independiente o de otro tipo indique que sus partidos fueran más votados. Lo malo es que esta oposición no tiene fama de ser muy amante de la democracia. La notable periodista de derechas Julia Laynina ya ha llamado al fin de “la farsa de la democracia”: los rusos son demasiado pobres, dice ella, para que se les dé el derecho al voto, ya que son capaces de votar contra los mejores. Esta opinión la publicó en el diario de oposición de prestigio Novaya Gazeta (propiedad del oligarca Lebedv, dueño del Independent británico). Para la derecha, esta es una oportunidad para atacar a Putin y su régimen.
La derecha es firme contra Putin, mientras que los comunistas sí están dispuestos a trabajar con él en cualquier momento. ¿Acaso puede cambiar sus referencias y convertirse en el Putin 2, un presidente procomunista que restablezca la Unión Soviética y le parta el espinazo a los oligarcas? Podría retomar algo de la retórica comunista, y aprovechar el apoyo comunista. Si nos fiamos de sus declaraciones recientes en el foro de Valdai, podría orientar a Rusia a la izquierda, con los comunistas o sin ellos.
Pero la estabilidad de su régimen no está garantizada. Pudin debería actuar velozmente si quiere cabalgar sobre la ola del sentimiento popular, en vez de verse barrido por la misma. Los tanques son lo que menos necesita en estos tiempos.
Traducción: Maria Poumier