Salieron del ghetto arriesgando la vida, desbordaron el ejército, voltearon la cerca, cortaron la alambrada, borraron la frontera entre los dos Estados, acometieron gestos heroicos, dignos de grandes guerreros, sufriendo bajas –y cuando terminaron de cruzar, fueron a la tienda y compraron pan para sus hijos. Esto desmiente la imagen que los Judíos[1] trataron de implantar en la conciencia mundial, la de fanáticas fieras dedicadas a armar lío. En lugar de esto, salieron de la cárcel a comprar pan. Con lo cual demostraban que sus amos judíos los tienen pasando hambre. Ninguna imagen nacerá del Medio Oriente en fecha próxima con mayor impacto que la de estos padres de familia llevando pan al hogar.
Esta gente de Gaza es como tú y yo, llevan sus vidas normales, trabajando en bancos o garajes, y sin embargo reciben un trato completamente medieval. Primero, se les despojó de todo y se les acorraló en Gaza, después se les trató peor que perros; no tenían permiso para usar una autopista si la carretera la usa un judío, no se les permitió ver más a sus familiares que vivían a pocos kilómetros. Y después, el sitio. Sin comida, sin nada que darle a los hijos. Sin futuro tampoco, mientras tengan a Israel de vecino. Y todo lo padecen por un solo crimen: el de no ser judíos, a pesar de que muchos de ellos son descendientes de judíos, algunos con apellidos de familias judías famosas, cuyos antepasados abrazaron la fe de Cristo o del Profeta, tiempo atrás.
Se esperaba de ellos que siguieran sufriendo tranquilamente, pero a la gente de Gaza les sobra dignidad. Votaron por Hamas contra la voluntad de Israel y USA, y echaron a patadas a la banda colaboracionista de Dahlan. Y ahora echaron por tierra la cerca, y esto es un buen ejemplo para todos nosotros: nada se puede hacer dentro de los límites legales que han establecido nuestros enemigos. Hay una necesidad de más allá, y a esto se le llama revolución.
Cuando los bravos gazeanos se volvieron, con su invalorable carga de pan y arroz, sal y mantas para el frío, legumbres y corderos, a los Judíos eso les cayó muy mal. Así que ¿estos nativos pretenden olvidarse que somos como Dios para ellos, que somos nosotros los que les damos el sustento o se le quitamos? En vez de aceptar nuestra dominación, tomaron su destino entre sus manos. Con pan y arroz, la gente de Gaza va a hacer contrabando de armas, y esto puede obligarnos a posponer la gran ofensiva que ya tenemos planificada con el beneplácito de George W. Los Judíos prefieren asaltar a víctimas desarmadas.
Los egipcios también les fallaron. “Supongo que Egipto sabe lo que le corresponde hacer”, dijo el arrogante general israelí Ehud Barak. La tarea que se le dio a Egipto era la tarea de carcelero de sus hermanos palestinos. “La gente de Gaza nunca se atreverían a romper el bloqueo hacia el Sinai, escribían los mandarines israelíes apenas una semana o un día antes. Los egipcios los esperarían con fuego nutrido”. La vez que hubo un tiroteo, los israelíes se sintieron muy felices durante un rato. Effi Eitan, un dirigente religioso judío de la extrema derecha, que parece “un cerdo kocher bien cebado con sombrero yarmulke” (en palabras de Gilad Atzmon) volcó en el Yediot Ahronot un gran derrame de lágrimas de cocodrilo: “Nosotros los judíos somos tan suaves y compasivos en comparación con los egipcios”, escribió. Pero Mubarak quiere sobrevivir, y sabe que hay ciertos límites que no puede pasar. Dio órdenes de cese al fuego a sus soldados. Los Judíos le advirtieron que tenía que reforzar la frontera, y entregar su libra de carne según lo acordado. En vano fue, pues Mubarak no tiene ganas de seguir a Anwar as-Saldat en el infierno.
Muy molestos, los Judíos tuvieron que contemplar este flujo de gente que se escapó de la jaula para una escapadita. Pero qué difícil es complacer a esos judíos. Haría falta que los palestinos se exterminen unos a otros en guerra civil, o se muriesen todos de hambre, para caerles en gracia.
Esto es lo que hizo mi abuelo, se murió de hambre y agotamiento en 1942 en el ghetto de Stanislaw. Los alemanes y sus aliados ucranianos le hicieron a los judíos lo que los Judíos hicieron a la gente de Gaza: los apiñaron en el ghetto, y los dejaron allí a que se murieran de hambre. Las consignas de los nazis también se tomaron del libro de Olmert y Barak, en cierto sentido: “tienen que sufrir porque sus dirigentes son nuestros enemigos, habría que castigarlos por su terrorismo en la revolución, dejémoslos que se pasen hambre porque sus hermanos acosan a las tropas alemanas y bombardean las ciudades alemanas”. Mi abuelo Israel (del cual llevo el nombre) se murió de hambre, frío y agotamiento, ni siquiera tuvieron que dispararle: no tenía categoría par entrar a formar parte del programa de asesinatos personalizados.
Espérate un momento -me vas a decir, lector mío, ¿cómo es eso de Barak y Olmert están influyendo en los Alemanes de 1942, cuando están hambreando a los gazeanos en 2008? La respuesta figura en el lenguaje secreto del misticismo judío: Ein mukdam, ein meuhar beTorah. La secuencia de los acontecimientos, en las Sagradas Escrituras como en el mundo, es irrelevante, porque todos los acontecimientos y sus consecuencias supuestas toman lugar en el mismo hipertiempo, armando para siempre los círculos viciosos del gato que persigue al ratón que asustó al elefante que aplastó al gato. Poincaré y Einstein tradujeron este concepto al leguaje de la física moderna cuando descibieron el Tiempo como una simple dimensión tan dúctil como las demás.
Douglas Adams popularizó aquello en su novela: sus personajes vuelven atrás en el tiempo para encontrarle la salida a un problema, lo hacen, pero esto tiene un coste: algo salvan, pero pierden el sueño, ganan la música de Bach pero perdieron los poemas de Coleridge. La gente no se da cuenta que el mundo ya ha cambiado, y de que ahora tiene más Bach y menos Coleridge. Sólo aquellos que pudieron salirse del marco temporal, lo saben: el mundo cambia todo el tiempo en función de nuestras hazañas, y estos cambios son hacia adelante o van para atrás, pero es que atrás y adelante en realidad no existen como tales. Por esto, los armenios hicieron matanzas y destierros de azeríes, y sus antepasados fueron deportados al desierto para sufrir a manos de los kurdos. Y hay cosas que no se han materializado todavía pero se verán luego: cuando escucho a los judíos (así como a polacos, ucranianos y americanos) que insisten en que “Stalin fue tan malo como Hitler”, y “no hay diferencia entre los nazis y los rojos”, y sacan además a relucir aquello del “antisemitismo ruso”, yo sé que en un futuro próximo, el ejército rojo dejará de combatir a los alemanes, no liberará a los checos ni a los polacos, ni abrirá las puertas de Auschwitz y Treblinka.
Este mundo es justo, y el Señor es justo. Castiga la ingratitud deshaciendo las hazañas por las que uno debería estar agradecido.
Si haces algo feo hoy, el pasado cambiará y vendrá a darte una patada. Si matas de hambre a los gazeanos, tus abuelos morirán de hambre y sed. Si torturas a los palestinos, tus antepasados serán torturados por la Inquisición, porque valdrá el mismo razonamiento que aplicas hoy a tus enemigos. Si conviertes Hebron en cárcel para sus propios habitantes, los judíos sufrirán la matanza de 1929. El crimen del abuso judío contra los palestinos encuentra castigo ya. No preguntes a quién se le está hambreando y torturando: es a una persona que te toca muy de cerca.
Traducción : Maria Poumier
[1] El autor se refiere aquí a los Judíos “con mayúscula”, es decir a los que dicen representar a los judíos, y ejercen poder en nombre de éstos n.d t.).