Cuando el presidente Bush visitó estos días el Medio Oriente, todos los encumbrados y poderosos se le arrebañaron alrededor, tanto judíos como árabes. Los príncipes se presentaron con sus alfanjes invalorables, los presidentes y primeros ministros bebieron de sus labios sus palabras, obispos e imanes lo bendijeron con sonrisitas. Sabían para qué había cruzado medio planeta el personaje tan reacio a salir de su casa. Tel Aviv y Nueva York pedían más ruinas y más desangramientos, Irak ya no da más para eso. Ahora le toca a Irán, al que hay que bombardear, y Bush fue a juntar una nueva coalición con los que quieren tomar parte en la destrucción de Irán. Para alegrarle y conmemorar la visita , Israel hizo una hecatombe en su honor, unos cincuenta palestinos acaban de ser masacrados y malheridos, y sobre la sangre de estos, Bush confirmó un apoyo sin límites al Estado judío.
Entre los muertos estaba Hasán, secundo hijo de Mahmud Zahar, ex primer ministro de Palestina. Reciba aquí nuestro más sincero pésame; su hijo mayor fue asesinado por los judíos cuatro años atrás, cuando intentaron asesinar al padre, y ahora perece el menor, heroicamente, cuando estaba defendiendo a Gaza del invasor. Pero la disparidad de fuerzas es demasiado grande; quince combatientes fueron muertos, demostrando que Gaza sigue indefensa, sigue careciendo de armas, sigue desamparada ante el despiadado enemigo. Esta disparidad podría estimular a los israelíes en su plan de reconquista de Gaza.
Mientras muertos y heridos de Gaza eran llevados a la mezquita, George Bush estaba predicando a los árabes lo maravilloso que es Israel, un paradigma de luz y democracia en el Oriente Medio, y les iba metiendo en la garganta, más y más profundamente, su guerra contra Irán. Él quiere bombardear Teherán y Shiraz antes de que concluya su mandato. Esto se lo pidieron sus huéspedes israelíes, y George siempre está dispuesto a complacerlos.
Y los dirigentes árabes escucharon, y se le presentaron con caballos y manjares. Nunca se dio rendición más vergonzosa que esta. Después de ver a los dirigentes árabes con Bush, uno quisiera presentar excusas al mariscal Petain, quien fue tan duramente tratado [condenado a muerte por los franceses, después de la victoria aliada].
“Desde el punto de vista de las poblaciones locales, el espectáculo de sus autoridades hereditarias extendiéndole la alfombra colorada, y con gruesas cadenas de oro al cuello, simbolizando los más altos honores de sus países, a ese hombre, generalmente considerado, como su peor enemigo de cuantos recuerdan los árabes, los musulmanes y el propio Islam, a ese hombre ya responsable de la muerte de cientos de miles de árabes y musulmanes, y que se aparece con ganas de matar más, este espectáculo penoso difícilmente puede concitar el respeto por semejantes dirigentes”, escribe el clarividente John Whitbeck.
Un solo dirigente espiritual árabe rechazó el bochornoso honor, declinó la invitación y despreció a los fotógrafos oficiales. Se trata del arzobispo Theodosius Atallah Hanna, el mandatario de más alto rango en la jerarquía palestina de la vieja iglesia griega ortodoxa de Jerusalén y Tierra Santa, la comunidad cuyo primer obispo fue Santiago, hermano de Jesús. El arzobispo se negó a ir a la iglesia de la Natividad en Belén, mientras otros obispos aceptaban el encuentro con el hombre de la sangre vertida. Este gesto noble y atrevido ha salvado el honor de los árabes. A veces, un hombre solo puede hacerlo. Así, un lugarteniente salvó el honor del ejército checo en 1938 cuando abrió el fuego sobre los tanques invasores del ejército alemán con una sola mano y una simple pistola común. El arzobispo Theodosius siguió el ejemplo sentado por otro clérigo mayor, el arzobispo Christodoulos, dirigente de la iglesia griega, quien también se había negado a reunirse con el presidente USiano cuando éste visitó Grecia. Estos príncipes de la Iglesia rechazaron al mercader de la muerte, como nos instó a hacerlo el Príncipe de la paz. Y también han echado abajo la mentira de un “conflicto de civilizaciones”; estos cristianos están a favor de la paz y contra la guerra, y aquí toda la gente sincera está unida, musulmanes junto con cristianos.
Los judíos son otra cosa.
“!Y los judíos también! ¡Por favor, no dejes de agregar que los judíos también!”, ya estoy oyendo que me lo están gritando. Me encantaría poder hacerlo, pero los dirigentes espirituales judíos no están de acuerdo. Ellos están a favor de la guerra y la sangre, mientras se trate de verter sangre “goy”. El jefe de los rabinos azquenazis, Yona Metzger, le dio las gracias al presidente Bush por haber invadido a Irak, y por los 200 000 muertos. “Quiero agradecerle su apoyo a Israel y en particular por librar una guerra contra Irak”, le dijo Yona Metzger a Bush, según el Jerusalem Post . Yona Metzger no es ningún anciano judío desconectado del mundo moderno. Estuve con él hace poco: alto, elegante y garboso, vestido con exquisitez; un dandy londinense le envidiaría su sombrero alto de copa. Es un príncipe, sí señores, pero un príncipe de las tinieblas y de la guerra.
Yona Metzger sabe lo que es bueno para los judíos, aunque esto no tenga nada que ver con los deseos de los judíos comunes; el presidente ucraniano hace un tiempo inauguró un monumento a un líder nazi que mató a innumerables judíos, adora abiertamente a los SS ucranianos, pero Yona Metzer lo bendijo, porque está haciendo lo posible por meter a Ucrania en la OTAN. El presidente de Bielorrusia dijo que los judíos no limpian sus calles; Yona Metzger arremetió contra el como un perro de presa, porque Lukashenko se niega a privatizar los recursos nacionales. Yona Metzger es un símbolo de la plena integración de los judíos en el sistema imperialista USiano y su cuerpo especial de propaganda. Y lo ascendieron, en el ranking de la CBS Usiana, cuya dirigencia es judía, entre “las doce personalidades religiosas más influyentes del mundo”, junto con el Dalai Lama y el arzobispo de Canterbury. ¿Qué tal?
Se habla mucho de la grandísima diferencia entre los askenazis agresivos y los pacíficos sefardíes, pero la realidad muestra todo lo contrario. Si un dirigente sefardí habla bien del Islam, como el rabino Haim Ovadia de Los Angeles lo hizo en su ensayo The Bridge with Islam que Internet se encargó de regar como una feliz noticia, pueden estar seguros de que lo hace con vistas a atacar la fe cristiana. Además, él dice que es un “judío del Islam”, y se refiere a la tolerancia musulmana, pero sólo para mencionar al mismo tiempo “las cruzadas, la matanza de San Bartolomé [masacre de protestantes, en Francia] y la inquisición”; más adelante, se dedica a embarrar la figura de san Francisco de Asís y la iglesia por atreverse a pretender hasta nuestros días que “Nuestro señor Jesucristo es el único dios verdadero”. Para darle el gusto al buen rabino, ¿se supone que los cristianos tendrían que decir que sí, que Cristo no es más que uno más entre muchos dioses verdaderos?
En realidad, los dirigentes espirituales sefardíes son tan propensos a la guerra y la muerte como sus hermanos azquenazis. El antiguo jefe sefardí, el rabino Ovadia Yosef llamaba a los árabes “serpientes” y “amalecitas”, que deberían ser exterminados como gusanos. “Está prohibido ser compasivo con ellos. Hay que mandarles misiles y aniquilarlos. Son malignos y malditos”, dijo . Mátenlos a todos, no hace falta distinguir entre combatientes y civiles, escribió el antiguo rabino jefe de la comunidad sefardí Mordechai Eliyahu. No hay prohibición moral contra la matanza indiscriminada de civiles, pues todos los civiles de Gaza son culpables colectivamente, dijo, torciéndole una hoja al antiguo Testamento. La luz que lo guiaba era la matanza de Shechem (Génesis 34): dos antepasados en título de los judíos masacraron a todos los habitantes de esta ciudad (en la actualidad Nablus) después de prepararles una celada con el pretexto de hacerles la circuncisión. Y ésta es su conclusión: una alfombra de bombas es lo mejor para ellos.
También le pidió a Bush que cumpliese con la voluntad de los judíos porque es la voluntad de Dios: “la nación judía es eterna, y recuerda para siempre a los que la han ayudado a lo largo de la historia, así como a los que le han hecho daño. Por favor, deja que tu nombre se vaya grabando en la historia como el del presidente que ayudó a la nación judía, que trabajó a la par de Dios y no en contra de él”, escribió el rabino. Y la voluntad de los judíos siempre recae en la muerte de algún goy que no les caiga bien, o, también puede ser de un millón de goys, da igual.
En cuanto a su manera de recordar los favores, pregúntenles a los ingleses. Sus dirigentes, Lord Balfour y Lloyd George, se creyeron la patraña. Y vertieron la sangre de sus soldados, conquistaron Palestina, aplastaron la resistencia de los naturales, permitieron la penetración de los judíos, entrenaron su ejército, y cuando terminaron este trabajo y estaban aguardando el agradecimiento prometido, fueron bombardeados, acuchillados, quemados, colgados y humillados de mil maneras. Lean más acerca del “agradecimiento” judío hacia los ingleses en Prince Charming [Ver también en español: “Mentecato” http://www.rebelion.org/sociales/mentecato090702.htm ], pero pueden encontrar lo mismo en el libro más sionista de todos, el Exodus de Leon Uris. Los hechos siguen siendo idénticos.
Hay culturas que valoran altamente el pago de las deudas; es el caso de los japoneses. Se complacen en pagar sus deudas. En 1905, los banqueros judeoamericanos dieron a los generales japoneses un préstamo generoso para rearmar a sus militares y castigar a los rusos. A su vez, en los años 1930, los japoneses dieron visas a todos los judíos que lo solicitaron. Pero los judíos no tienen tradición sentimental comparable. Dicen: toma prestado el dinero de otra persona, pero no des el tuyo, pues se toma prestado por un tiempo, pero se devuelve de forma definitiva. Dicho más sencillamente: sólo los cobardes pagan sus deudas, incluso la deuda de gratitud. De todas formas “ayudar a la nación judía” según las palabras del rabino Eliyahu, es un deber sagrado para los goy, y donde hay deber, no hay deuda.
Si con lo dicho todavía no les entra esto en la cabeza , vayan a preguntarles a los soldados del ejército libanés del sur ( South Lebanese Army ) que fueron abandonados como papa caliente cada vez que le convenía a Israel. Pregúntenle a los polacos, que permitieron a la mayor colonia judía de la historia asentarse y prosperar dentro de sus fronteras. Lo único que consiguieron fue que los trataran de “viciosos antisemitas”. Pero basta con este tema.
Es peligroso decir “paz” porque uno puede verse atacado por los judíos más extremistas. Olmert no es ningún activista por la paz. Devastó el Líbano, mata de hambre a Gaza y mata civiles allí a diario. Si menciona la palabra “paz”, es para despistar, como tantos políticos israelíes han hecho antes de él. Pero aún entonces, el rabino Shalom Dov Wolpe, dirigente de Khabbad, lo llamó “el terrible traidor, al que habría que ahorcar”. Yitzhak Rabin tampoco fue un “peacenik”. Ordenó que se les partieran los brazos y las piernas a los niños palestinos; hizo regresar a Fatah desde Túnez para acabar con la Intifada sin preocuparse por las tímidas limitaciones de la corte suprema israelí. Y con todo, fue asesinado por un judío religioso fanático.
Desgraciadamente, con esto no se demuestra nada, no vale más que el apodo de “antisemita”. Algunos judíos llegaron al extremo delirante de llamar a Ariel Sharon, a Yitshak Rabin y a Olmert “antisemitas”. Y también hay judíos que considerarían el rabino Kahane como traidor y pacifista. Con semejante panorama virtual, no veo todavía a nadie entre los israelíes cercanos al poder que contemple una paz aceptable para los palestinos.
Traducción : Maria Poumier; revisado por Horacio Garetto