1.
Me encuentro ahora en Moscú que ha vuelto a ser una ciudad santa, con centenares de iglesias y monasterios que han ido renaciendo de sus cenizas en los últimos veinte años. Las iglesias son todas diferentes, algunas doradas y al estilo de la pintura del siglo XIX, otras recuerdan los días de Iván el Terrible, y están decoradas con frescos desde el piso hasta el techo, y las hay más antiguas todavía, milenarias, desbordantes de íconos pintados a mano, con sus cúpulas pequeñas y grandes en forma de cebolla, resplandecientes de azul intenso y oro. Se puede comparar Moscú con Florencia, Cuzco, Katmandú, en cuanto ciudad primordial de la fe, pero es mucho más grande y más viva que otras, con sus diez millones de habitantes. Anoche, sábado, las iglesias estaban llenas de feligreses –desbordando fuera de los edificios, con pequeñas velas rojas, preparándose para el momento glorioso, unos minutos después de medianoche, cuando los sacerdotes salen clamando “¡Cristo es resucitado!”, y el pueblo congregado les contesta “ ¡en verdad Él es resucitado!”. Enormes banderolas de una acera a otra anuncian la resurrección de Cristo, sin la más mínima preocupación por ceñirse a lo políticamente correcto, felizmente.
Llegué procedente de Tierra santa, que también es un lugar maravilloso para Semana Santa, pero Moscú tiene algo que ni Jerusalén tiene: el carácter totalizante de la experiencia, pues aquí los no cristianos son escasos y no pueden interferir. Aquí, es la fiesta de todos, con todos, y puedes felicitar a todo el que se te cruce con la frase “Cristo es resucitado”, sin preocuparte por convencerlo o no.
Aquí tampoco se olvida Jerusalén: en cada iglesia, está la Llama Sagrada, que llega el Sábado santo por avión desde el Santo Sepulcro. Según la costumbre palestina, la Llama surge del Sepulcro vacío justo después de las doce, al mediodía del sábado. Y se queda ardiendo en una lámpara de aceite en medio de mi iglesia de Moscú, quieta y complaciente después del largo viaje. Recuerdo haber acompañado a mi sacerdote, el arzobispo Atallah Hanna, en la peligrosa aventura de llevar la Llama sagrada, atravesando los chckpoints del ejército israelí hasta Ramalá y Tubas. En una iglesia de Moscú, uno entiende en qué sentido Cristo remató la Ley. No se trata solamente de la sagrada llama de Jerusalén. Lo que quieren [los judíos sionistas] no es simplemente edificar en Jerusalén un templo, con el requisito previo de destruir la mezquita Al Aqsa; el caso es que cada iglesia está moldeada a semejanza del antiguo templo de Jerusalén, y es mucho más hermosa que las sinagogas desnudas y muchas veces sescuálidas. Los sacerdotes visten de rojo hoy, lo mismo que muchos feligreses llevando huevos de pascua colorados. La liturgia recuerda a los hijos de Israel cruzando el Mar Rojo. El antiguo mensaje de Israel está completamente ensanchado a las dimensiones del universo.
Este año la fiesta unió en una misma fecha a los cristianos de Oriente y Occidente y semejantes años son doblemente favorables. Nos permiten recordar la eterna y profunda unidad de la Iglesia. En otros casos, cuando las fiestas se celebran en fechas distantes, me guío por la costumbre palestina moderna y celebro Navidad en Occidente con los occidentales, y Semana Santa en Oriente, con los orientales. Traten Uds. de hacerlo el año que viene, o cualquier otro año, antes que la voraz modernidad se trague el último destello del espíritu.
El nombre de la celebración es importante también. No tengo objeción contra el antiguo nombre precristiano de “Easter” (en inglés). Este nombre nos remite a “Este”, a la diosa Astara o Astarte, la esposa de Yahweh, de modo que sus raíces se alargan hacia el pasado más remoto. El nombre de “Pascha” (“pascua” en hebreo), al estilo del Antiguo Testamento significa sacrificio, y también es hermoso, porque Cristo fue el sacrificio en sí. Pero mejor todavía es la apelación de “Domingo de Resurrección, o “Anastasis” en griego. Nos recuerda mucho más vívidamente la razón de ser de dicha fiesta, y te bendigo, mi querido lector, con la misma bendición que se desprende de la fecha.
Es una gran palabra, una gran idea, la de resurrección: nosotros acostumbramos andar a tumbos como zombies muertos, cautivos del mundo inferior, y la resurrección es algo que necesitamos tremendamente, una resurrección que es un despertar, un regreso a la vida, un redescubrimiento de nosotros. Los japoneses lo llaman “Satori”.
2
Me invitaron a hablar en la televisión rusa, y defender mi convicción de que no hay confrontación entre cristiandad e islam, por mucho que los enemigos de ambas confesiones traten de crearla. Los problemas políticos no pasan de ser eso mismo, simples problemas políticos, no teológicos. Y en la esfera política, Palestina funge como un nudo poderoso que nos reúne. Sí, todos queremos la salvación de Palestina, pero además, su sufrimiento no es en vano si mantiene a nuestros amigos unidos y a nuestros enemigos desorientados. Sin Palestina, seria mucho más fácil arrojar a los cristianos contra los musulmanes, a los chiíes contra los suníes, a los rusos contra los chinos y a los árabes contra los iraníes. En esto se ve la naturaleza crística de Palestina, y su destino igualmente crístico.
Llegué a Cristo hace diez años, cuando me percaté de esta naturaleza crística. El que predicaba en ese sentido era el padre Ateek de Jerusalén. Yo me hallaba de visita en Washington DC. Repetí su predicación y por poco me crucifican. Desde entonces llevo la marca roja de enemigo de los judíos, pero no me arrepiento: en el mismo sentido, la mariposa es enemiga de la oruga, porque niega que la oruga tenga su finalidad en sí misma.
Llegué a Moscú cuando ocurrieron los atentados. Gracias a Dios, los rusos son gente distinta. La cobertura mediática fue muy responsable, procuró difundir calma y compasión, nada parecido a la histeria a la que estamos acostumbrados en Israel o en USA. Trataron de mantener las repercusiones al nivel más bajo, sin dejar de prestar atención a la seguridad, anticipando otros atentados posibles, pero lograron que la ciudad se mantuviera en calma.
Esta calma desmiente los rumores regados por los sospechosos habituales de que las explosiones habían sido orquestadas por fuerzas locales preocupadas por la limitación de las libertades individuales. En Israel o en USA, el Estado habría aprovechado semejantes explosiones para desatar su furia sobre las indefensas poblaciones de Gaza o Afganistán, para atacar a los musulmanes y focalizar el odio sobre ellos, para imponer nuevas leyes para amordazar el pueblo, como el Patriot Act. Nada por el estilo ocurre en Rusia. No se restringen los derechos civiles. Los ataques apuntaban a socavar la posición del primer ministro Vladimir Putin, responsable de la seguridad general. El segundo objetivo era facilitar el voto ruso contra irán. Estos objetivos delatan a quiénes están detrás del telón: seguro que están lejos, del otro lado del Cáucaso.
Acabo de tener un encuentro con los musulmanes rusos, incluyendo al Mufti: todos condenan estos atentados, todos insisten en que no tienen nada que ver con sus intereses. El Mufti dijo muy acertadamente que los musulmanes rusos ni tienen ninguna voluntad común; no están unidos sobre ningún tema; algo realizado por musulmanes no tiene por qué ser algo realizado porque son musulmanes. De la misma manera, los atentados del IRA irlandés no expresaban ningún proyecto específicamente católico de los nacionalistas irlandeses.
Algunos de nuestros amigos mencionan las reivindicaciones chechenias. No cabe duda que la primera guerra en Chechenia fue un crimen perpetrado por el asalariado de Occidente Boris Yeltsin. Pero esto ya pasó. Ahora los chechenios tienen derechos plenos, los chechenios en Moscú son una comunidad altamente visible y próspera, con un estatuto más que envidiable para los palestinos, un sueño, para ellos. Ya no hay ningún motivo para una confrontación, y hay hartos motivos para cicatrizar las heridas. Desgraciadamente, algunos de los rebeldes chechenios se han dejado llevar de la mano de la CIA por el camino de al-Quaeda. Mejor no tener nada que ver con ellos, de la misma forma que nos desolidarizamos de los “Tigres” tamules.
Nuestro mundo depende en gran medida de Rusia. Junto con China, Rusia puede salvar Irán y el mundo. Los rusos consideran que los planes de ataque a Irán fueron archivados por tiempo indefinido, pero tomando en cuenta el traslado anunciado de centenares de bombas Bunker Buster a la isla de Diego García [exactamente como se hizo para la destrucción de Irak; ver http://intelligenceservicechile.blogspot.com/2010/03/bombas-blu-110-y-blu-117-bunker-buster.html ] ¿quién sabe? Los disidentes rusos opuestos a Putin, dirigidos por Kasparov y Elena Bonner [viuda de Sajárov], llaman a alejar a Rusia de China, a apoyar a Occidente contra Irán, y a Israel contra Palestina. Hay un espacio real para la discrepancia. En cuestiones internas, la política rusa es un desastre, la distancia entre los ricos y los pobres es muy exagerada; el impuesto sobre la renta se mantiene a un 12%, lo cual es ridículo, los oligarcas son ricos como nunca, el neoliberalismo sigue pegando duro. Pero uno debería ser prudente y apoyar solamente la disidencia recta, es decir la izquierdista. Los únicos disidentes a los que yo defendería son los que se unen a los convoyes para Gaza, y los que están decididos a tasar a los oligarcas hasta que se borren del paisaje. De este estilo, son pocos los disidentes en Rusia, igual que en Irán.
Estamos cruzando un trecho decisivo y lleno de trampas; no es el momento para relajarse y permanecer a la expectativa; es el momento de actuar, actuar para la paz. No la falsa paz del que se entrega, sino la paz verdadera de la victoria. El mejor ejemplo de ello es la victoria de Cristo sobre la muerte.
Y concluyo con la bendición tradicional: Cristo es resucitado!
Traducción : Maria Poumier