Israel Shamir

The Fighting Optimist

El caso Madoff, pequeña guía para antisemitas perplejos

El antisemita que duerme en la mente de cualquiera que piense puede sentirse despistado ante el caso Madoff. ¿Qué conviene? ¿Alegrarse o rasgarse las vestiduras? El que lea la prensa judía supondrá que los llamados “antisemitas”, es decir la gran mayoría de los seres humanos, según las fuentes judías (que afirman: “rasca al “goy” y encontrarás un antisemita”) están viviendo un estallido de felicidad.

Bradley Burston arremetió en Haaretz, escribiendo: “para el antisemita auténtico, ha llegado Navidad antes de tiempo, el nuevo Santa Klaus se llama Bernard Madoff. Se cumple el mayor deseo de cada uno de los odiadores de judíos. La nación aria al máximo de los delirios del Tercer Reich no habría imaginado jamás una cosa igual”. Le hace eco la execrable Deborah Lipstadt: es el sueño dorado de los antisemitas, ni que lo hubieran inventado”. Y enfatiza ADL: “Se van a dar un banquete los antisemitas, le van a sacar el jugo, ya lo vemos venir.”

Algunos podrán pensar que los megaestafadores judíos son una especie rara, como los cuervos blancos, pero están equivocados, como lo observó el Dr. William Pierce hace ya unos años: “Los judíos no son los únicos bribones, pero son los mayores, indudablemente. Si te cuentan de una estafa de 100 000 dólares, puede ser cualquiera. Si te enteras de una estafa de 100 millones de dólares, ahí sí, puedes estar seguro de que se trata de un judío. ¡Ni qué decir tratándose de una estafa de 50 mil millones de dólares!

Pierce le recordó a sus lectores los casos de Michael Milken, Ivan Boesky, Marty Siegel, Dennis Levine, y el escándalo interno que por poco hunde a Wall Street hace unos doce años, con lo cual se fueron en quiebra decenas de miles de ciudadanos norteamericanos que perdieron sus inversiones, como resultado de la manipulación artificial de los precios de la bolsa. Cada actor relevante en ese escándalo era un judío.

¿”Recuerdan el desastre de las cajas de ahorro en los años 1980 que terminó costándoles a los contribuyentes 500 mil millones de dólares en USA? El origen del colapso de la industria de las cajas de ahorro fue en gran medida que se había invertido masivamente en “bonos basura (junk Bonds) “, en muchísimas instituciones. Y el hombre que estaba detrás de los bonos podridos, el genio financiero que sabía convencer a las cajas de ahorro para que los compraran era el propio Michael Milken.”

Se puede matizar la afirmación de Pierce: los grandes estafadores no necesariamente son judíos pero todos son devotos de las causas judías, trátese del culto del Holocausto o de la causa sionista. En cuestiones caritativas, un estafador yanki, judío o no, no se va a tomar a pecho la situación de los americanos pobres ni los africanos hambrientos, sino que le dará su limosna a la causa judía, exactamente como Madoff. Él aportó muchísimo a distintas causas judías, y por eso tenía que ser un estafador (Véase en mi ensayo Pardes, un estudio en la Cábala[1] el capítulo “El hombre de más arriba”, donde explico por qué).

O sea, ¿por qué debería el proverbial antisemita regocijarse ante la caída de Madoff, si era algo tan inesperado como el sol al amanecer? ¿Será porque había “varios judíos eminentes de la diáspora entre las víctimas, incluyendo al premio Nobel Elie Wiesel, el director de cine Stephen Spielberg, y el magnate inmobiliario Mort Zuckerman”, como reportó el Wall Street Journal?

James Petras piensa que esto debería más bien decepcionar a los antisemitas: “Madoff está arruinando para siempre las teorías de los antisemitas que pretenden que hay una conspiración de judíos muy unidos para estafar a los gentiles”. Entre las víctimas de Bernard Madoff estaban sus amigos judíos más cercanos y sus colegas, gente que compartía las cenas de shabbat con él e iba a los mismos templos en Long Island y Palm Beach. (Véase el artículo de Petras al final, en español, tomado de http://www.rebelion.org/noticia.php?id=77892 ).

Es también el punto de vista de Michael Hoffman: “La monumental estafa de Madoff acaba con el estereotipo que comparten los odiadores de judíos, de que roban a los gentiles para sacar provecho colectivamente de la patraña. Esto es ignorancia supina, pues en contra de la opinión corriente, hay que saber que el judaísmo no es bueno para los judíos. Podrán empezar por saquear a los gentiles, pero tarde o temprano se quitarán tajadas los unos a los otros también”. Hoffman va más allá y agrega: “Las mayores víctimas del judaísmo no son los gentiles sino los judíos mismos.”

Uno vacila antes de desengañar tan nobles corazones. El generoso planteamiento de Hoffman sin duda es correcto a cierto nivel de honda espiritualidad, pero la estrategia judía, a plazo mediano, es ganadora, en el sentido práctico. De bancarrota en bancarrota, de estafa en estafa, de un fraude con los seguros al fraude siguiente, la riqueza acumulada por la comunidad judía crece constantemente, gracias a la filantropía intracomunitaria. Claro que Spielberg y la supuesta Yeshiva University han perdido algo en la debacle, pero esto no quita que millones de millones de dólares le cayeron a la comunidad judía y allí se han quedado. Se puede considerar a Madoff como un caso de kamikaze: se voló financieramente a sí mismo, causando daños colaterales a unos pocos inversionistas judíos. Pero el saldo de la operación es que se ha logrado la transferencia permanente de la riqueza gentil a manos judías.

Como siempre pasa, los gritos contra el antisemitismo sirven para tapar los hechos realmente decisivos. Nos hablan de inversionistas judíos arruinados, PERO la mayoría de los tontos embaucados por Madoff era de no judíos, como bien lo observó Leo Schmit, el corresponsal de Peter Myers en Kandahar, Afganistán. “La mayoría de los socios de Madoff eran no judíos, individuos, bancos, sociedades y fondos. Pretender que las fundaciones judías son las más golpeadas es una mentira descarada. El daño a las fundaciones judías es chico o si se lo compara con el daño causado a muchas instituciones financieras, fondos y firmas, las que ha listado Henri Blodget.” Además, los inversionistas judíos y yankis recobrarán su capital al amparo del esquema vigente en estos momentos en USA, de protección del fraude financiero, cosa que por ejemplo, no beneficiará a los europeos no judíos y a sus bancos.

De modo que los antisemitas no tienen porqué alegrarse. Un turro judío no es ninguna novedad; un turro judío y exitoso tampoco, pero es que además los judíos no perdieron sino que ¡salen ganando! Sus lamentos y aullidos suenan tan válidos como las cuentas de Madoff. Petras se alegró antes de tiempo, cuando escribió; “Gracias a esta estafa habrá menos fondos para que AIPAC pueda presionar al Congreso y para financiar campañas de propaganda a favor de un ataque militar preventivo contra Irán.” ¡Calma, amigo Jim! Aun si algunas organizaciones judías y sionistas han perdido plata, el monto total de los haberes judíos ha crecido, y este nuevo caudal ya se las arreglará para encontrar su camino para llegar al lobby sionista y a otras entidades por el estilo. ¿Significa esto que no se pueda hacer nada en contra? Al contrario, pues donde hay voluntad, aparecen soluciones.

Sería desleal confiscarles sus fondos privados a individuos judíos inocentes, a modo de compensación por las tretas de los falsificadores judíos, pero sería una jugada limpia hacerlo con los haberes del “pueblo judío”. En estos momentos estas propiedades son “de mano muerta”, como lo eran los bienes de la Iglesia en la Edad Media, y hasta la desamortización [generalizada en el mundo hispánico a lo largo del siglo XIX). “De mano muerta”, o “amortizado”, significa que nadie los puede hipotecar. Todas las pérdidas son para ti, mientras que ellos se quedan solamente con las ganancias. Semejante régimen es demasiado ventajoso para durar eternamente. La Reforma no habría sucedido jamás si no hubiera estado vigente la ley de mano muerta para los bienes de la Iglesia. Los príncipes europeos tuvieron que terminar expropiando a la Iglesia, porque de lo contrario ésta se iba volviendo demasiado poderosa y socavaba su propia dominación económica. Ha llegado el tiempo de interesarnos por la desamortización de los bienes judíos. Ya sacaron su provecho de las triquiñuelas de Madoff, ahora les toca pagar por ello.

Estas propiedades están bajo control de otros “Bernie” Madoff que todavía andan sueltos y otros dirigentes sionistas. El Fondo nacional Judío (FNJ) es una “empresa multinacional que actúa en una docena de países del mundo entero. Recibe millones de dólares de judíos ricos de todo el mundo, de las cuales la mayor parte no paga impuestos de ninguna clase. El objetivo del FNJ es adquirir y desarrollar territorios en beneficio exclusivo de judíos. Y solamente les arrienda esas tierras a judíos.” Nuestro amigo Jonathan Cook de Nazaret describió todo esto como una institución racista de enormes riqueza y poderío. El FNJ recibió fondos de Madoff, y lo más importante, otras gentes comprometidas en los embustes de Madoff también alimentaron el FNJ.

Otro cuerpo de grandes propiedades sin desamortizar todavía es la llamada Conferencia para Reclamos materiales judíos contra Alemania. Esta caja, según Haaretz, recibió miles de millones de dólares garantizados en bienes raíces en Alemania Oriental, en virtud de una cláusula de la legislación alemana que reconoce a dicha Conferencia como dueña de todos los haberes de víctimas del Holocausto que no tengan herederos. No hay por qué preocuparse; este dinero no está sirviendo para socorrer a pobres viejitos judíos desamparados. Lo explica un titular del mismo Haaretz; “A los sobrevivientes apenas les tocan migajas por concepto de las reparaciones relativas al Holocausto”. Así que toda esta plata debería servir para resarcir a los “gentiles” (es decir a los “goy”, o sea a los no judíos) embaucados.

Ya que estamos, podríamos tasar a estas instituciones y otras entidades comunitarias judías, no sólo por las pérdidas relativamente ligeras causadas por Madoff, sino por otras mucho mayores, las causadas por Alan Greenspan y su compañero de colegio Ben Bernanke. No hay ningún motivo para odiar a Greenspan o llamarlo enemigo público número 1. Bastará con pagarle con la misma moneda, virar al revés la transferencia masiva de riqueza de los americanos comunes al bolsillo de los superricos, y de éstos al financiamiento de las causas judías. Entre éstas, un blanco destacado debería ser el Centro Simón Wiesenthal; con esto salvaríamos a Jerusalén del proyecto monstruoso que tiene esta organización, la edificación encima del cementerio de Mamilla de un “Museo de la Tolerancia”. Recuerden: según lo que entienden ellos por tolerancia, deberíamos aplaudir a las leyes que nos tienen amordazados y ¡aplaudir al bombardeo de Irán!

Expropiar a estas entidades no le hará ni un rasguño a ninguna persona honesta de origen judío. Es al revés: disolverá el mayor obstáculo que existe entre judíos y no judíos. Los judíos sabrían que ya no existen fondos especiales para protegerlos, y reconocerían entonces que están en la misma embarcación que sus compatriotas no judíos. Y el lobby judío se achicaría hasta recobrar sus proporciones naturales, más o menos las del lobby cubano de Miami. Al mismo tiempo, la sociedad estadounidense iría recobrando la salud mental.

Nosotros los israelíes seríamos los más beneficiados con semejante giro. Isaac Deutscher, el famoso intelectual judío polaco, le achacaba las evoluciones negativas de Israel a la influencia de los judíos americanos superricos: “Un judío americano rico se siente tremendamente orgulloso de pertenecer al pueblo elegido, y ejerce su influencia en Israel a favor del obscurantismo religioso y la reacción. Él es quien mantiene vivo el espíritu de superioridad y exclusivismo talmúdico racialista. Y esto enardece el antagonismo contra los árabes”. Si ahora se acerca el momento de que paguen por sus trucos, no son solamente los antisemitas los que se van a alegrar, sino que los judíos también van a tener un gran motivo de regocijo.

[1] Ediciones Ojeda, Barcelona.

Traducción : Maria Poumier, revisada por Horacio Garetto.
 

James Petras
Rebelión http://www.rebelion.org/noticia.php?id=77892

“Nunca creímos que nos haría esto, era uno de los nuestros”.
Un miembro del Palm Beach Country Club

Una introducción a la superestafa

Bernard “Bernie” Madoff, corredor de bolsa de Wall Street, antiguo presidente del NASDAQ y venerado inversionista, ha confesado su autoría en el mayor fraude de la historia, un chanchullo de 50 mil millones de dólares. Bernie era conocido por su generosa filantropía, especialmente a favor de las causas sionistas, judías e israelíes. Este personaje, que durante los años sesenta había sido socorrista playero, inició su andadura en las finanzas reuniendo ahorros de colegas, amigos y familiares en el entorno de los judíos más ricos de los suburbios de Long Island, Palm Beach, Florida y Manhattan, bajo la promesa de un rendimiento moderado, continuo y seguro de entre el 10 % y el 12 %. Madoff cubría cualquier posible retirada de fondos según el denominado “método de Ponzi” o estafa piramidal, es decir, echando mano del dinero de nuevos inversores, quienes literalmente le suplicaban que los desplumase. Llegó a gestionar en persona un mínimo de 17 mil millones de dólares. Durante casi cuatro décadas se creó una clientela que incluía a algunos de los bancos y compañías inversoras más importantes de Escocia, España, Inglaterra y Francia, así como los principales fondos de inversión libre de Usamérica. Se hizo con casi todos los fondos de activos netos de prósperos clientes privados, que obtenía a través de corredores de bolsa pagados a comisión. Su clientela incluía a muchos multimillonarios de Suiza, Israel y otros países, así como los fondos de activos netos más importantes de Usamérica (RMF Division of the Man Group and the Tremont). Muchos de los riquísimos estafados habían prácticamente “forzado” a Madoff a tomar su dinero, ya que éste imponía rigurosas condiciones a los clientes potenciales: insistía en que viniesen recomendados por miembros de su clientela, que depositasen cantidades sustanciales y que le garantizasen su solvencia. La mayoría se consideraban afortunados cuando sus fondos pasaban a las arcas del respetado. estafador de Wall Street. El mensaje de Madoff era siempre el mismo: su fondo de inversión estaba cerrado… pero como venían recomendados por gente del mismo entorno (miembros del consejo de administración de organizaciones benéficas judías, recaudadores de fondos para Israel, country clubs de alta clase, etc.) o eran amigos de un amigo, de un colega o un cliente, aceptaría el dinero.

Madoff estableció consejos consultivos con miembros distinguidos, contribuyó enormemente a museos, hospitales y selectas organizaciones culturales. Era un miembro prominente de exclusivos country clubs de Palm Beach y Long Island. Su reputación se vio realzada por los resultados de sus fondos, que jamás declararon pérdida alguna, lo cual es un argumento fundamental para atraer a inversionistas millonarios. Compartía con su acaudalada clientela de judíos y gentiles un estilo de vida aristocrático, con una mezcla de filantropía cultural y discreta especulación financiera. “Engatusaba” a sus colegas con una suave pero autoritaria apariencia de “maestría”, recubierta de un barniz de colegialidad entre ricachones, de una profunda implicación con el sionismo y de amistades de toda la vida.

El megafondo de Bernie compartía muchas características con los recientes chanchullos financieros: un rendimiento elevado y constante, inigualado por cualquier otro corredor de bolsa; ausencia de supervisión por parte de terceros; una compañía de contabilidad en la sombra físicamente incapaz de auditar sus multimillonarias operaciones financieras; un control personal de las operaciones de correduría de bolsa comerciante y una confusión absoluta en lo relativo a sus inversiones. Los ricos y famosos, los inversionistas más sofisticados, los consultantes de elevado salario, los máster en administración financiera de Harvard y todo el ejército de reguladores de la US Security and Exchange Commission (SEC) pasaban por alto las similitudes de Madoff con otros defraudadores, y ello porque estaban totalmente implicados en la cultura corrupta del “agarra el dinero y vete pitando” y del “si sacas tajada no hagas preguntas”. La reputación de suprema sabiduría que aureola a un supuestamente próspero judío de Wall Street alimentó el autoengaño y los estereotipos de gentiles multimillonarios.

La gran estafa

El fondo de inversión de Madoff sólo operaba con una clientela limitada de multimillonarios que mantenían en él su dinero a largo plazo; las ocasionales retiradas de fondos eran de poco monto y fácilmente cubiertas por medio de peticiones de más inversión a nuevos inversionistas deseosos de acceder al fondo de Madoff. Los grandes inversionistas a largo plazo mantenían sus capitales para dejarlos en herencia a sus herederos o para su jubilación. Los ricos abogados, dentistas, cirujanos, profesores distinguidos de las mejores universidades y otros que en algún momento hubiesen necesitado retirar algo de sus fondos para una boda ocasional de altos vuelos o para la ceremonia de madurez adolescente judía (bar mitzvah) de alguno de sus hijos con invitados famosos podían hacerlo, porque Madoff no tenía problemas a la hora de recaudar más fondos entre los ricos propietarios de fábricas de confección de ropa, cuyos asalariados cobran jornales de miseria, de peligrosos empacadores de carne y de siniestros señores barriobajeros. Madoff no era ningún Robin Hood, sus contribuciones a organizaciones filantrópicas y benéficas le facilitaban el acceso a los ricachones que formaban parte de los consejos de administración de las instituciones receptoras y probaban que él era “uno de ellos”, una especie de compañero íntimo de la misma clase elitista. La sorpresa, el pavor y los ataques cardíacos que han seguido a la confesión de Madoff de que su negocio era una estafa piramidal han provocado tanta rabia por el dinero perdido y el descalabro de la clase pudiente como por la vergüenza de saber que los mayores y más perspicaces estafadores mundiales de Wall Street habían sido estafados por uno de los suyos. No solamente han sufrido grandes pérdidas, sino que la imagen que tenían de sí mismos como ricos que lo eran por su inteligencia y su “linaje superior” ha quedado totalmente destrozada: de pronto se han visto abocados al mismo destino de los pendejos a quienes ellos estafaron, explotaron y desposeyeron en su ascensión a la cima. No hay nada peor para el ego que un respetable estafador sea estafado por otro estafador todavía mayor. Por eso, muchos de los que más han perdido se niegan a dar sus nombres o a poner cifras a las cantidades evaporadas y tratan de recuperarlas con la ayuda de sus abogados.

El lado positivo de la megaestafa de Madoff (la mano involuntaria de la justicia)

Incluso si es comprensible que los superricos y acaudalados, que han perdido buena parte de su jubilación y de sus fondos de inversiones sean unánimes en su condena y en sus lamentaciones por el abuso de confianza de que han sido víctimas, y que los editoriales de todos los periódicos y semanarios de mayor prestigio se hayan unido al coro de críticos moralistas, las acciones de Madoff merecen muchas alabanzas, incluso si tales alabanzas no van dirigidas a su conducta fraudulenta. Vale la pena enumerar los resultados positivos involuntarios de la estafa de Madoff:

En primer lugar, la desaparición de más de 50 mil millones de dólares disminuirá enormemente la financiación sionista usamericana de los asentamientos coloniales israelíes en los Territorios Ocupados, disminuirá los fondos que el lobby sionista AIPAC destinaba a comprar votos de congresistas y a la financiación de campañas de propaganda a favor de un ataque preventivo militar de Usamérica contra Irán. La mayoría de los inversionistas tendrán que disminuir o eliminar su compra de bonos del tesoro israelí, que subvencionan el presupuesto militar del Estado judío.

En segundo lugar, la estafa ha desacreditado todavía un poco más los altamente especulativos fondos de inversión libre, que ya se tambaleaban a causa de retiradas masivas de dinero para enjugar grandes pérdidas. Los fondos de Madoff estaban entre los más respetados y seguían atrayendo a nuevos inversionistas, pero las últimas revelaciones podrían acelerar su desaparición. Sus promotores tendrán por fin que dedicarse a un trabajo honrado y productivo.

En tercer lugar, el fraude a gran escala y a largo plazo de Madoff no fue detectado por la Securities and Exchange Commission (SEC), y ello a pesar de al menos dos comisiones de investigación. Eso hace que la credibilidad de la SEC esté por los suelos. Su enorme fallo demuestra la incapacidad de las agencias reguladoras capitalistas para detectar grandes fraudes. Este fracaso plantea la cuestión de si habrá alternativas a la inversión en Wall Street que protejan mejor los ahorros y los fondos de pensión.

En cuarto lugar, la larga asociación de Madoff con el NASDAQ, del que fue director mientras robaba miles de millones de sus clientes, sugiere que los miembros y los líderes de esta Bolsa de Valores son incapaces de reconocer a un sinvergüenza y están dispuestos a pasar por alto el comportamiento criminal de “uno de los suyos”. En otras palabras, el público inversionista ya no podrá nunca considerar que ocupar un cargo de dirigente del NASDAQ es un signo de probidad. A partir de Madoff habrá que buscar un colchón de matrimonio de gran tamaño para guardar con seguridad los restos de los ahorros familiares.

En quinto lugar, señalaré que los asesores de inversiones de los mayores bancos europeos, asiáticos y usamericanos que gestionaban miles de millones de fondos, actuaron sin la menor diligencia en el caso de las operaciones de Madoff. Aparte de las enormes pérdidas bancarias, decenas de miles de superricos influyentes y acaudalados han perdido toda su fortuna. El resultado es una pérdida absoluta de confianza en los bancos más importantes y en los instrumentos financieros, así como un descrédito general de la “pericia de los expertos”. Esto debilita el dominio financiero del comportamiento inversionista y propicia la desaparición de un importante sector de la parásita clase “rentista”, que se enriquece sin producir bien alguno ni proporcionar servicios necesarios.

En sexto lugar, como la mayoría del dinero robado por Madoff proviene de las clases altas de todo el mundo, su comportamiento ha reducido las desigualdades: se trata del “mayor nivelador” que ha existido jamás desde que se introdujo la imposición progresiva. Al arruinar a multimillonarios y llevarlos a la bancarrota, Madoff ha disminuido su capacidad de utilizar su fortuna para influenciar a los políticos en su favor, lo cual aumenta las posibilidades de influencia política de los sectores económicos menos agraciados de la sociedad de clases… e involuntariamente refuerza la democracia frente a los oligarcas financieros.

En séptimo lugar, al estafar a amigos de toda la vida, a inversionistas del mismo grupo étnico y religioso, a miembros de country club estrechamente seleccionados por su origen étnico e incluso a miembros de su familia, Madoff ha demostrado que el capital financiero no respeta ninguna de las devociones de la vida diaria: grandes y pequeños, sagrados y profanos, todos están subordinados a las reglas del capital.

En octavo lugar, entre los muchos inversionistas arruinados de Nueva York y New England hay un cierto número de señores barriobajeros (magnates de la construcción inmobiliaria), propietarios de fábricas de confección de ropa (fabricantes de ropa de diseño y juguetes) y otros que apenas pagaban el salario mínimo a las mujeres e inmigrantes que trabajaban para ellos, que solían expulsar de sus hogares a arrendatarios pobres y habían esquilmado las pensiones de sus empleados antes de trasladar sus empresas a China. En otras palabras, la estafa de Madoff ha sido una especie de venganza “divina” laica por delitos pasados y presentes contra la clase trabajadora y los pobres. Ni que decir tiene que este involuntario Robin Hood no redistribuía entre sus empleados el dinero que afanaba, más bien reinvertía una parte en obras de beneficencia que incrementaban su imagen filantrópica y en recompensar a algunos de sus inversionistas iniciales para mantener en pie su fraude piramidal.

El noveno lugar, Madoff ha asestado un severo golpe a los antisemitas que proclaman que existe una “estrecha conspiración judía para defraudar a los gentiles”: ese bulo ha desaparecido para siempre. Entre las principales víctimas de Bernard Madoff están sus amigos y colegas judíos más íntimos, gente que compartió con él mesa y mantel en banquetes de Pascua judía y que frecuentaba los mismos templos de altos vuelos en Long Island y Palm Beach.

Bernie era muy selectivo a la hora de aceptar clientes, pero se basaba en su riqueza, no en su origen nacional, raza, religión o preferencia sexual. Era muy ecuménico y un firme abogado de la globalización. No hay nada etnocéntrico en Madoff: le ha robado mil millones de dólares al banco anglo-chino HSBC y varios miles de millones a la sucursal holandesa del banco belga Fortes. Mil cuatrocientos millones eran del Royal Bank of Scotland, del banco francés BNP Paribas, del español Banco de Santander, del japonés Nomura, por no mencionar los fondos de inversión libre en Londres y Usamérica, que han admitido su participación en Bernard Madoff Investment Securities. De hecho, Bernie era el emblema del estafador moderno, políticamente correcto, multicultural e internacional. La facilidad con la cual los superricos de Europa le aflojaban sus fortunas ha provocado el siguiente comentario de un consultante financiero de Madrid: “Robar a los españoles más ricos era tan fácil como matar focas con un palo.” (Financial Times, 18 de diciembre de 2008 p. 16).

En décimo lugar, la estafa de Madoff dará lugar a una mayor autocrítica y a una actitud menos confiada hacia quienes se presenten como expertos financieros. Entre los judíos que hagan la autocrítica, a partir de ahora ya no confiarán en corredores de bolsa sólo por el hecho de que apoyan ciegamente a Israel y son generosos contribuyentes de los fondos sionistas. Eso ha dejado de ser una garantía adecuada de comportamiento ético, equivalente a un certificado de buena conducta. De hecho, los corredores de bolsa que son propagandistas excesivamente ardorosos de Israel y que prometen rendimientos siempre altos a sus afiliados sionistas podrían levantar sospechas a partir de ahora: la pretensión de que “lo que es bueno para Israel…” puede muy bien ocultar un nuevo fraude.

En undécimo y último lugar, la desaparición del imperio de Madoff y de sus acaudaladas víctimas judías liberales afectará negativamente las contribuciones a las 52 organizaciones judías usamericanas más importantes, a numerosas fundaciones de Boston, Los Ángeles, Nueva York y otros lugares, así como al ala militarista Clinton/Schumer del Partido Demócrata (Madoff los financió a ambos, así como a otros congresistas defensores incondicionales de Israel). Puede que esto permita un mayor debate en el Congreso sobre la política en Oriente Próximo sin los habituales ataques vociferantes.

Bernard Madoff, por François Delabruyère

Conclusión

La estafa y el comportamiento fraudulento de Madoff no se deben a ningún problema ético personal. Son el producto de un imperativo del sistema y de la cultura económica en que se mueven las instancias más elevadas de nuestra estructura clasista. La economía de las acciones, de los fondos de inversión libre y de todos los “sofisticados instrumentos financieros” es en su totalidad un sistema piramidal que no se basa en producir y vender bienes y servicios. Se trata más bien de apuestas financieras al crecimiento futuro de un papel, una acción, que sólo representa la promesa de que futuros compradores permitan la distribución de dividendos.

El “fracaso” de la SEC es totalmente predecible y sistémico: los reguladores han sido seleccionados por los regulados, están en deuda con ellos y aplazan sus veredictos, sus auditorías y cualquier reclamación. Están estructurados para “no ver las señales” y evitar una regulación excesiva de sus superiores financieros. Madoff funcionaba en un medio como el de Wall Street, que permite cualquier cosa, donde la impunidad de los megarrescates financieros y las megaestafas es la norma. Como estafador individual, lo único que ha hecho es estafar a algunos de los mayores estafadores institucionales que le hacían la competencia en Wall Street. Todo este sistema de recompensas y prestigio está controlado por los más hábiles a la hora de hacer malabarismos en los libros de cuentas, de difuminar los rastros de las operaciones y de desplumar a las víctimas voluntarias que llaman a sus puertas “pidiendo” que las desplumen. ¡Un hombre de bien, eso es Madoff!

En cuestión de días, un solo individuo, Bernard Madoff, le ha asestado un golpe mucho mayor al capital financiero global, a Wall Street y al lobby sionista usamericano del “Israel en primer lugar” que toda la izquierda de Usamérica y Europa juntas durante los últimos cincuenta años. Ha logrado reducir más las enormes desigualdades económicas en Nueva York que todos los gobernadores y alcaldes demócratas y republicanos, blancos, negros, cristianos y judíos, reformistas y ortodoxos durante los últimos dos siglos.

Algunos teóricos derechistas de la conspiración están diciendo que Bernie es un agente secreto islámico-palestino (de Hamás) enviado para socavar deliberadamente los cimientos financieros del Estado judío de Israel y de sus patrocinadores y fundaciones más generosos, acaudalados y poderosos. Otros dicen que es un marxista aún no salido del armario, cuyas estafas estaban cuidadosamente diseñadas para desacreditar a Wall Street y canalizar miles de millones hacía organizaciones radicales clandestinas. Al fin y al cabo, ¿sabe alguien dónde están los miles de millones desaparecidos? Contrariamente a los expertos de la izquierda, a los blogueros y manifestantes, cuyas fervorosas y públicas actividades no afectaban en absoluto a los ricos y poderosos, Madoff ha asestado sus golpes donde más les duele: en sus megacuentas bancarias, en su confianza en el sistema capitalista, en su autoestima y, sí, también en su pobrecito corazón, que ahora está al borde del infarto.

¿Quiere esto decir que nosotros, en la izquierda, deberíamos crear un Comité de Defensa de Bernie Madoff y exigir un rescate parecido al del secretario del tesoro Henry Paulsen, que acaba de salvar a sus amigotes del Citibank? ¿Deberíamos pedir “rescates iguales para estafadores iguales”? ¿Deberíamos propiciar su partida (o su derecho al retorno) a Israel para evitar que lo juzguen? Ha causado tantas víctimas judías que le sería difícil retirarse en Israel.

No hay razón alguna para hacer barricadas por Bernard Madoff. Basta con que reconozcamos que ha prestado un servicio histórico involuntario a la justicia popular al quebrantar algunos de los pilares financieros de un injusto sistema de clases.

Post scriptum

¿Se debe a pura y simple admiración o será a causa de vínculos ocultos con Madoff que Michael Mukasey, el actual fiscal general, se haya abstenido de la investigación? Otros de igual importancia e influencia están seguramente vinculados al caso Madoff, no sólo las “víctimas”. Nos estamos enfrentando a un caso muy serio de razones de Estado. Nadie puede creer que una sola persona pueda por sí sola hacer una estafa de este calibre y duración. Y tampoco ningún investigador serio se cree que 50 mil millones de dólares hayan podido simplemente “desaparecer” o ser transferidos a cuentas bancarias personales.

Título original: Bernard Madoff: Wall Street Swindler Strikes Powerful Blows for Social Justice

URL de esta traducción en Tlaxcala: http://www.tlaxcala.es/pp.asp?reference=6649&lg=es

El sociólogo marxista usamericano James Petras ha publicado más de sesenta libros de economía política y, en el terreno de la ficción, cuatro colecciones de cuentos. Es colaborador permanente de Rebelión.

Manuel Talens pertenece a los colectivos de Cubadebate, Rebelión y Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, al traductor y la fuente.

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