Israel Shamir

The Fighting Optimist

Gaza : Sobre Hombres y Ratas

Un gato llamó a una ratita escondida bajo el piso: “¡Acércate, ratita mía, no temas! Me he convertido al vegetarismo, me estoy preparando para la santidad, puedes andar libremente”. ¡Albricias! gritó la ratita y salió corriendo de su agujero; el reloj de la eternidad dio un mínimo paso, y la ratita se halló entre las gatunas garras, prosigue la fábula de Nizami.

 

Eso es lo que está pasando en Gaza, con la crisis que empezó cuando Israel anunció a bombo y platillo pero con toda falsedad su “retirada” de Gaza durante el verano de 2005 y a continuación su beneplácito no menos falso a una elecciones democráticas para el gobierno palestino.

 

 Sharon ya no es el mismo —exclamaron sesudos europeos y norte/usamericanos; —y como él, Olmert también está dispuesto a la paz y la reconciliación.

Hemos liberado Gaza —dijo Hamás.

¡Día de cenizas! —lloraron los colonos.

Los gritos de alegría y dolor por la retirada fingida no habían callado aún cuando empezó el verdadero sitio de Gaza, con bombardeo sistemático. Después de algunos meses de bombardeo esporádico, el asalto actual a Gaza, con detención de toda la dirigencia palestina y bombardeo en serio, completa el cuadro del gato rechoncho jugando con la ratita.

 

Nuestros lectores recordarán tal vez que en el momento de la gran algarabía en torno a la retirada, advertíamos a todos que deberían revisar sus esperanzas: a una retirada israelí siempre le sigue un embate mayor, como en una escena de violación (véase el artículo “Much Ado about Gaza”). No os quedéis ahí a la espera de la escena final, pues según reza un chiste judío, el inglés se marcha sin despedirse, mientras que el judío se despide pero no se va. Los lectores de esta lista y este sitio web recibieron la advertencia correcta, como siempre, y los judíos volvieron.

 

El intermezzo también fue triste, por cierto. Gaza después de la retirada era uno de los lugares más deprimentes del mundo, con hambre y desempleo masivos, y no por culpa de los habitantes: ya gobierne Hamás o Fatah, Gaza no puede sostenerse sola. Es una franja estrecha cercada por las tropas israelíes y el alambre de púas, los habitantes de Gaza no tienen forma de vender sus productos o importar lo que necesitan si no es a través de los puertos controlados por los judíos. Sacad a los SS de Aschwitz, ponedlos alrededor, dadle  al campo plena autonomía pero dejando las puertas cerradas desde afuera, y tendréis una imagen de Gaza. Los judíos destruyeron la industria de Gaza y su comercio con el asedio tenaz: frutas y flores para la exportación pudriéndose en el puesto de control de Karma, inversiones de millones de dólares tiradas al desagüe. Los habitantes de Gaza lamentaron abiertamente la novedad de la “independencia”, porque en los días de gobierno israelí podían ganarse la vida trabajando en las fábricas israelíes y el bombardeo israelí era mucho más moderado, mientras que la Gaza “independiente” está sometida a incesante bombardeo. Se han arrojado centenares de mísiles y bombas a diario contra esta pequeña franja, acabando con los nervios de los residentes y matando a algunos.

 

Personalmente sé lo que significa esto: en 1974, mi unidad comando permaneció casi seis meses en el cráter de un volcán apagado a unos 40 km de Damasco. Todos los días la artillería siria nos acribillaba y no podíamos responder a sus cañones  con nuestras armas que echaban luz.  Al primer fogonazo teníamos que escondernos en casamatas y esperar el final de la ofensiva. A veces se trataba de una sola bomba, otras veces le seguía una ráfaga inhumana de katyushas. Tuvimos muy pocas bajas: un par de heridos y un muerto, en todo ese período, pero teníamos los nervios completamente destrozados. Ya ni nos lavábamos los dientes ni nos afeitábamos: carecía de sentido, con la muerte tan inminente. Dejamos de escribir cartas. Hasta las etapas de los combates más intensos, con docenas de compañeros muertos, eran preferibles al taladro incesante de las bombas. Los habitantes de Gaza, niños, mujeres y hombres, llevan ahora casi un año de tormento empeorado por el bombardeo aéreo, algo de los que nos librábamos, por la superioridad aérea israelí.

 

La táctica israelí en Gaza se parece a la estrategia “hambrear hasta doblegar” aplicada por el Pentágono a Vietnam del norte, según los Papeles del Pentágono, el colmo de la infamia en materia de planes estratégicos del siglo XX:

 

“Atacar blancos civiles puede desembocar en una oleada de repudio contraproducente, en nuestro país y en el extranjero, y además aumenta el riesgo de extensión de la guerra a los países vecinos. La destrucción de esclusas y presas de agua, por el contrario, no mata ni ahoga a  la gente. Al provocar la inundación de los campos de arroz, produce al cabo del tiempo una hambruna extensa (¿más de un millón de muertos?) hasta que lleguen alimentos, operación para la cual nos brindaremos en la mesa de conferencia” [1].

 

Si los judíos bombardearan a cien mil habitantes de Gaza, esto posiblemente provocaría una “oleada de repudio”, pero la destrucción, el hambre y la sed son igual de efectivos y no perturban tanto a la conciencia mundial. Además, la destrucción de una planta eléctrica en Gaza fue un negocio redondo: esta planta, edificada y asegurada por los yankis, entraba en competencia con la compañía israelí de electricidad (IEC) para el suministro de electricidad a los habitantes. Incluso cuando funcionaba a la mitad de su capacidad, la planta eléctrica perjudicaba el monopolio del suministro judío [2]. Ahora ya se acabó, y los gacenses tendrán que comprar toda su electricidad a los judíos a un precio mucho más elevado. Combinando el negocio con el agrado, esta destrucción también permite a los judíos matar a los palestinos de sed, además de matarlos de hambre, ya que Gaza no tiene ríos y hace falta electricidad para que funcionen las bombas de agua.

 

Sin embargo, en el breve tiempo de la supuesta independencia de Gaza, los habitantes demostraron que son hombres y no ratitas. El envío obstinado de kassams eran la señal de un espíritu indoblegable: se negaron a dejarse matar de hambre dócilmente. El kassam es apenas un arma, en el sentido moderno de la palabra; se trata de un arma medieval, es una catapulta, cuando más; un pedazo de hierro propulsado por un aparato sencillo, y no lleva explosivos. Fabricábamos y disparábamos mísiles como esos cuando éramos niños, en el colegio. Claro, un pedazo de hierro puede matar en el caso improbable de impacto directo, pero la probabilidad es poca.

 

El asalto palestino, valiente y bien planificado, a una unidad israelí de asedio,  nos ha devuelto el aprecio por las habilidades combativas de los gacenses. No es fácil atacar a los tanques con las manos desnudas. Es cierto, Israel se valió de este asalto valiente como pretexto para una nueva invasión de Gaza, pero no hay mucho que sacarle a este señalamiento: el propio Haaretz (20 06 06) reveló que los planes de detención masiva de la dirigencia palestina y para la invasión estaban listos ya, mucho tiempo atrás.

El gobierno israelí se refirió al asalto diciendo: “un ataque terrorista espantoso, grave, desatado por grupos armados, culminando en la muerte de dos soldados, otro soldado herido, y el secuestro de Shalit”. Nuestro amigo Jeff Blankfort comentó acertadamente: “Uno se imagina a Shalit como un chicuelo que salió a comprar caramelos a la esquina, secuestrado de golpe por un sátiro notorio, cuando se trata de un soldado, en ejercicio activo”.

 

El profesor palestino cristiano y miembro del parlamento israelí Azmi Bishara dijo con acierto sobre los combatientes de la resistencia: “Varias personas deciden responder al asesinato de civiles palestinos con el ataque a una instalación militar israelí. Escogieron el camino más duro, el más difícil. Los que nos les siguieron, los que no hicieron este sacrificio o pusieron a prueba su valentía con esto, padecieron con los nervios de punta y el temblor en la oscuridad del túnel; y los que sin compartir ninguna de estas situaciones tienen algún sentimiento delicado hacia los sufrimientos de los palestinos podrían al menos ahorrarse el bochorno de llamar terrorismo a este asalto.”

 

Pues sí, cuando atacan los judíos se trata de guerra, y cuando se les ataca a ellos es terrorismo. Uri Avnery llamó a esto “guerra unilateral”, a la par con la “retirada unilateral”. Pero este unilateralismo es una modalidad constante de la relación entre judíos y autóctonos: cuando los judíos atacan a los nativos se trata de venganza legítima; cuando les toca algo a cambio, es un pogromo. Mucho antes que los judíos infamaran a los palestinos llamándolos terroristas, envilecieron a sus anteriores vecinos autóctonos, polacos, ucranianos, rusos, españoles y alemanes calificándoles de infrahumanos y viciosos antisemitas. Si rechazamos su manera de calumniar a los palestinos, podemos reexaminar su acusación contra los demás, y con esto, se vendrá abajo el guión completo del sufrimiento judío.

 

Entonces el problema de Palestina, o mejor dicho el problema del maltrato judío de sus goyimaparecerá como un viejo problema, pues la manera en que actúan los judíos hoy en día es probablemente la manera según la cual actuaban (cuando podían) ayer. Mucho antes que el muro del apartheid creciera en Palestina, los judíos no dejaban a un español nativo entrar a la ciudad amurallada de Lucena, donde se mantenían apartados [3]. Mucho antes de bombardear Gaza, habían llenado la alberca de Mamilla en Jerusalén con la sangre de cristianos masacrados.

 

Hay una feliz noticia para los descendientes de judíos: nos lavaron el cerebro con el odio a la humanidad “antisemita”; vino la violación de Gaza, y ahora descubrimos que la humanidad tenía razón y era buena, mientras que éramos nosotros los equivocados. Más vale descubrir que uno está equivocado, en vez de acusar a la humanidad entera, pues uno puede arrepentirse. Es preferible pasar vergüenza por cosas que uno hizo, que no avergonzarse de su estirpe. Es menos honroso, pero más fácil de remediar.

 

Esta comprensión ha empezado a filtrarse en nuestra conciencia. Un hombre de Jaffa, Anwar Sacca escribió una carta a Tikkun Magazine: “ [los judíos] a lo largo de su historia [judía], desgraciadamente no sólo para los judíos sino para el mundo entero, siempre fueron supremacistas autodestructores. Como minoría viviendo en cualquier país y disfrutando de la ciudadanía, siempre se opusieron a sus conciudadanos pues dominaban enteramente su economía, sus recursos, su estilo de vida, etc.; esto lo hicieron sin límites, lo cual generó consecuencias espantosas por las cuales pagaron duramente. Y esto es lo que está ocurriendo en Palestina…”

 

La violación de Gaza se ajusta demasiado a este modelo repetidamente puesto en práctica durante siglos. La dirección judía no intentó dar a sus cautivos goy la oportunidad de llevar una vida normal. Antes veríamos a los gatos volverse vegetarianos. Con cualquier cosa que hagan, conviene esperar lo peor: Timeo Danaos et dona ferentes (temo a los griegos y especialmente a los que llevan regalos): “sus buenos gestos son tan peligrosos como sus crímenes obvios”. En los años 1880, Dostoievski lo profetizó: cada vez que los judíos alcancen el poder, desollarán vivos a losgoys. En Palestina la profecía se está cumpliendo. No se trata de cualidades judías innatas: un judío puede ser bueno y hacer el bien, un judío se puede arrepentir, pero “los judíos” como tales no pueden, porque este cuerpo político existe para competir y combatir a los autóctonos, en Palestina como donde quiera.

 

Ideológicamente, un Estado judío actuará al modo judío, es decir, luchará contra los nativos y combatirá a la Iglesia, sea esta cristiana o islámica. “Si los judíos de antaño fueran a volver”, escribió Simone Weil, “destruirían nuestras iglesias y nos masacrarían a todos”. “La tradición judía es mezquinamente etnocéntrica y deshumaniza a los de afuera con un recocijo insuperable”, escribió Ed Herman en su Triumph of the Market [4]. En el Estado judío son los judíos de antaño quienes han vuelto y la tradición judía se ha vuelto primordial.

 

Por eso Hamás hizo bien al negarse a reconocer el Estado judío: de ninguna manera este Estado puede convertirse en un vecino tolerable, diríjalo el partido laborista de Peres o el Kadima de Olmert, o en un caso altamente improbable un partido dirigido por Uri[¿no es Uri?] Avnery. Este Estado debe ser desmantelado, de la misma forma que el Estado extraterritorial de los asesinos, aquellos pobladores que alguna vez controlaron el Oriente Próximo. Dichos habitantes sacaban su poderío de su talento y preparación para asesinar a los dirigentes prominentes de cruzados y musulmanes, mientras dejaban vivos solamente a los dirigentes débiles que no se atrevían a tocarles.

 

Los judíos hacen lo mismo: a veces, por la espada, otras, con su dinero, o con sus medios masivos, pero ningún dirigente fuerte ha surgido dentro de su esfera de influencia.

 

“El asesinato por los medios es el más frecuente, y este tema está bien documentado. Si deciden liquidar a una persona con sus medios, intentan eliminar cualquier referencia a su nombre; si no lo logran, utilizan el ataque ad hominem, regando mentiras y distorsiones. Este tratamiento les tocó hace poco a los dirigentes iraníes: la prensa judía difundió la mentira de que los iraníes intentaban señalar a cada judío con una estrella amarilla. La mentira fue desmentida inmediatamente, pero la retractación apareció en las páginas más remotas de los diarios, una vez que el daño estaba hecho. Los políticos estadounidenses que trataron de ir en contra de las órdenes judías fueron asesinados de manera sistemática por los medios judíos, y se encontraron abandonados por todos.

 

Los asesinatos por el dinero son igual de frecuentes; baste mencionar al prominente empresario americano Henry Ford, que trató de contrarrestar la influencia judía. Un día recibió una oferta que no pudo rechazar y a partir de ese momento pidió disculpas, mandó quemar sus libros y se arrepintió. Esto le pareció preferible a que arruinaran su imperio automovilístico.

 

Los asesinatos por la espada se practicaron cuando nada de lo anterior daba resultados. Lord Moyne, Folke Bernadotte, Sheikh Yassin, centenares de dirigentes palestinos fueron asesinados por los judíos. Una publicación reciente de Haaretz relata la operación Zarzir (Starling), un programa judío “abarcador y operacional, un programa de asesinatos de los dirigentes enemigos, a lo largo y ancho del país”; apuntaba  a dirigentes políticos como Emile Houri, y militares como Hassan Salameh y Abdel Khader al-Hussein. Khaled Meshal se salvó de milagro cuando intentaron echarle veneno en un oído, al estilo shakespeariano.

 

En los días antiguos, la salvación vino de donde menos se esperaba: Asia occidental fue conquistada por los mongoles y estos fieros guerreros echaron a la secta de los asesinos de sus cuevas en la montaña y aplastaron su conspiración. Sus descendientes inofensivos son los ismaelíes, que viven en paz y ya no estorban. Si no podemos solucionar el problema, otros mongoles nuevos desmantelarán el Estado de Sodoma y volverán a los descendientes de judíos tan inofensivos como los ismaelíes.

 

Pero hay un modo más suave de resolver el problema, introduciendo la reciprocidad en vez del unilateralismo. Una crónica medieval refiere que el rey judío de los jázaros le dijo una vez a un visitante musulmán: “Deberíamos destruir todas las iglesias y mezquitas de nuestro reino sin dilación, pero no podemos, por temor a que destruyan las sinagogas en Bagdad y Constantinopla”. Por cierto, si en respuesta a la destrucción judía de la planta eléctrica de Gaza, una planta israelí en Césarea fuera volada y los judíos tuviesen que pasar el verano sin aire acondicionado, no repetirían la hazaña. Si los judíos de Europa tuvieran sus derechos limitados como sus hermanos se los cercenan a los palestinos, Palestina estaría libre el día de mañana.

¿Pero por qué consolarnos soñando despiertos? ¿Quién sería capaz de acometer tal hazaña?  Los árabes están sojuzgados. La conquista usamericana de Irak ha eliminado al último Estado árabe independiente. A Irán lo están acorralando, y ese poderoso Estado musulmán se siente feliz cada día porque no le han bombardeado todavía. Siria está en la mirilla de los Estados Unidos, con la ayuda de los franceses para contener a Damasco. Nunca antes, desde los tiempos de Saladino, Oriente Próximo ha estado tan desvalido y débil.

 

Europa y Estados Unidos también están sojuzgados: ninguna figura eminente se ha atrevido a objetar el Drang nach judío de Gaza. “¿Por qué callan?” exclamó Jonathan Steele en The Guardian (6 de julio : “La respuesta europea al sitio de Gaza es vergonzosa”). ¿Acaso no tiene la respuesta, Mr Steele? Todo el que lo ha intentado ha sido invariablemente difamado como “antisemita” y “neonazi”, ha perdido sus medios de vida y su reputación. Lo sé porque traté de defender a los palestinos y me atacó por la espalda una pareja de buenos militantes por Palestina, los señores Ali Abunimah y Nigel Perry, de Electronic Intifada, seguidos por una cábala de otros militantes propalestinos: si a un Israel Shamir de Jaffa le atacan de esta forma, ¿qué puede esperar un Juan Pérez cualquiera de Wisconsin? Cualquiera que haya intentado defender a los palestinos ha recibido este trato, siempre que haya quebrantado la regla de no pronunciar jamás la palabra prohibida, la que empieza por jota. Pero da igual, no me arrepiento de decir la verdad, pues si nos quedamos callados, son las piedras las que gritarán.

 

Los palestinos no se salvarán mientras no nos liberemos del control mental judío. Y aquí debemos volvernos hacia la otra palabra prohibida que empieza con jota y es más poderosa que la primera: Jesús. La actual obsecuencia occidental empezó por un paso secundario. En los años 1960 las iglesias occidentales borraron de su liturgia una oración que dice “Oremus pro perfidis Juadaeis”, o sea, “oremos porque a los pérfidos judíos nuestro Dios y Señor desvele el corazón de modo que ellos también conozcan la luz de Tu verdad que es Nuestro Señor Jesucristo, y sean liberados de sus tinieblas”. Es un eco lejano de la oración judía Shepokh Hamatha: “Señor, desátese tu furia sobre los goyim que no conocen tu nombre”. Pero los judíos perseveraron en su oración vengativa, mientras que los cristianos sojuzgados y mal dirigidos abandonaban su oración misericordiosa. Decid esta oración hoy, decidla hoy en vuestra iglesia, echad a los sacerdotes que no se atrevan a decirla, y mañana no os retorceréis  de dolor si dejáis de acatar a los judíos; y Gaza, como vuestra alma, estará a salvo. Y si se cumple vuestra oración, los judíos también se salvarán.

 

[1] The Pentagon Papers, Gravel Edition, volumen 4 capítulo 1, “The Air War in North Vietnam, 1965-1968, pp. 1-276. Boston, Beacon Press, 1971.

[2] http://www.counterpunch.com/bryce0732006.html “Gaza in the Dark”, por Robert Bryce.

[3] History of Jews in Christian Spain, por Yitzak Baer, Philadelphia, v.1.

[4] South End Press, Boston 1995, p. 131. “The Palestinians have no chance, unless we free our souls from Jewish control”

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