No hubo exigencias previas; ningún grupo terrorista ha reivindicado el atentado de Bali, lo cual lo convierte en una masacre innecesaria. El presidente Bush “apostó” que la explosión estaba conectada con al-Qa’ida, y pidió que se registrara minuciosamente toda Indonesia a la búsqueda de islamistas. Menos mal que nunca oyó hablar de la Atlántida, pues hubiese “apostado” que fueron los omnipresentes terroristas musulmanes quienes hundieron el susodicho continente. Sin embargo, hemos recibido información nueva e importante desde Londres, lo cual nos autoriza a echar una ojeada entre las tinieblas que rodean la explosión.
La semana pasada, uno de los personajes más poderosos de nuestros días, un ruso de tono subido, multimillonario y magnate de los medios, llamado Boris Berezovsky, aquel que entronizó a Vladimir Putin y después se peleó con él, concedió una detallada entrevista [[i]] a Zavtra, el principal periódico semanal de la oposición, en su exilio londinense. Al mismo tiempo que es una lectura fascinante para los que se preocupan por Rusia, ofrece una clave para descifrar el misterio de Bali.
Hace tres años, tres explosiones masivas sacudieron Rusia, cuando unos terroristas minaron bloques enteros de apartamentos en Moscú y en otras ciudades con el poderosísimo explosivo RDX (también llamado Hexogen en Rusia y en Alemania) y luego los volaron, provocando una enorme matanza. SeDe inmediato se supuso que los terroristas chechenos estaban tras estos actos, lo cual sirvió de casus belli para la sangrienta campaña militar contra Chechenia. La ciudad de Grozny fue bombardeada y ametrallada; se invadió Chechenia y miles de personas perdieron la vida, mientras ocurrían dos cambios mayores en Moscú. En primer lugar, la guerra de venganza garantizó la elección de Vladimir Putin para el puesto de presidente y afianzó las posiciones de las fuerzas pro-estadounidenses en la ex Unión soviética. En segundo lugar, tras mil años de coexistencia pacífica, Rusia se pasó al campo enemigo del Islam y se convirtió en un socio estratégico de la Guerra contra el Terrorismo capitaneada por Estados Unidos y orquestada por Israel.
En la entrevista de la semana pasada, Berezovsky afirma que había dos equipos que trabajaban para asegurar la elección de Putin. Mientras él era el jefe personal de uno de los equipos que actuaban a través de su canal de televisión, el otro escogió un camino violento. Berezovsky cita las palabras del portavoz del parlamento ruso, Gennady Seleznyov, quien informó al parlamento el 13 de septiembre de 1999 acerca de una horrible explosión en la pequeña ciudad rusa de Volgodonsk. Fue el documento profético más rotundo de la historia reciente, ya que sólo tres días después, el 16 de setiembre de 1999, estalló una bomba en Volgodonsk.
En la entrevista londinense, se le preguntó a Berezovsky cómo se explicaba aquella increíble torpeza. “Estos servicios de seguridad no son tan profesionales como quieren hacernos creer”, explicó. “Ni siquiera están unidos. Dentro de los servicios de seguridad, hay muchos grupos que sirven distintas estructuras de poder. Uno de ellos hizo su trabajo como quiera, o le falló el enlace con otro grupo. Informaron sobre la explosión antes de que sucediera, y ahí se descubrió la verdad.”
En Ryazan, unos residentes atentos descubrieron bolsas de RDX en los sótanos de su edificio y llamaron a la policía. La policía se llevó las bolsas, pero afirmó que se trataba simplemente de azúcar colocado allí por los servicios de seguridad para medir la capacidad de vigilancia del pueblo. Berezovsky demuestra que se trataba de RDX auténtico, con detonador absolutamente real.
En Moscú, los periodistas relacionan el “segundo equipo” con un gran bocazas de la política rusa, Anatoly Chubais, el hombre que está detrás de la amplia campaña de privatización que lo hizo inmensamente rico a él y a sus compadres, e inmensamente pobres a otros rusos. Siendo un gran amigo de Israel, Chubais instrumentó el giro pro-israelí en la política rusa.
Las revelaciones de Boris Berezovsky llegaron en el momento oportuno, cuando se estaban contando los cadáveres de turistas australianos. ¿Es acaso mera coincidencia el que nuestro primer ministro Ariel Sharon empezara su ascenso glorioso volando cincuenta casas de palestinos, con sus moradores dentro, en los días lejanos de 1953? ¿Es acaso mera coincidencia el que estas explosiones, de Moscú en el 2000, de Nueva York en el 2001 y de Bali en el 2002 evidencien el uso de la misma técnica para aterrorizar a la gente y hacer que apoye los planes israelíes y estadounidenses? ¿Es acaso mera coincidencia el que los medios masivos infestados por el sionismo hayan tapado los errores obvios en las versiones oficiales, empezando por la “profecía” única de Gennady Seleznyev, siguiendo con las advertencias del sitio web ODIGO, destinadas a unos pocos israelíes en Manhattan para el 11 de septiembre?
Una cosa es cierta: el cartel de “islámica” que le estamparon aceleradamente Bush y Sharon a la explosión de Bali es una difamación inaceptable contra millones y millones de musulmanes. No existe terror “islámico”, salvo para quien sostiene tal afirmación. El IRA “católico” bombardeaba las tabernas de Birmingham mucho antes de que Hamás descubriera los cafés de Tel Aviv. Los Tigres Tamules, la organización militante “hindú” entrenada por el Mosad israelí, son los líderes mundiales en bombas suicidas. Los terroristas franceses de la OAS reventaron igualmente a argelinos y a sus adversarios franceses con sus bombas. El mayor acto terrorista en Palestina sigue siendo la voladura del hotel King David por parte de un judío, el primer ministro Menahem Begin. Al parecer, quienes se oponen a que se use el adjetivo “judío” para ciertos crímenes, actos de terror o genocidios, no dudan en convertir al Islam en el actual monstruo fantasmal de Halloween.