Mi buen amigo el disidente francés Serge Thion escribió una respuesta enfurecida al ensayo mío “El giro positivo” (original inglés: The right move,
y en francés http://www.israelshamir.net/French/RightMoveFr.htm ) con el título “Shamir está loco”. Ahora contesto yo:
Sólo ahora, por lo visto, al cabo de diez años de intercambios, Serge se percata de que cuando hablo de la solución con Un solo Estado, es esto mismo lo que quiero decir: un Estado único, en vez de la infame solución de a dos Estados. Se le puede perdonar a Serge por no haber entendido lo que esto supone, porque esta solución, la única solución razonable a la pesadilla del sionismo, ha estado sepultada bajo un muro de turbulencias. Un solo Estado, para la gente bien intencionada y ajustada a la realidad, significa obviamente un Estado diferente, capaz de representar la diversidad de la población, que incluye a musulmanes (de toda procedencia), cristianos (los pocos que quedan) y (¡sorpresa!) la clase gobernante de los judíos, quienes son (¡otra sorpresa más!) bastante diferentes entre sí. Serge representaba a la mayoría cuando le parecía chocante, al principio, la idea de “un solo Estado”, porque los medios masivos lo habían preparado para entender este giro como un eufemismo para la limpieza étnica de los judíos. Pues bien, ahora que ya ha superado el lavado de cerebro que padecen tantos ciudadanos medios, por fin podemos sostener un diálogo entre adultos.
Escribí yo: “Un solo Estado no es una visión apocalíptica del fin de los tiempos. Es algo perfectamente factible y una evolución mutuamente provechosa.” Exclama entonces Serge: “es decir provechosa para los sionistas también”. ¡Exacto, Serge! Es provechosa para los sionistas también. No estamos enfrascados en un juego en que el ganador se queda con todo, el perdedor recoge sus fichas y se vuelve a casa. Este jueguito nunca ha funcionado aquí en Tierra santa. Hay que tener en cuenta a cada uno, y nadie es demasiado insignificante o mal considerado para que se le deje a la intemperie. Una Palestina modelo debería convertirse en parangón para el mundo. El ejemplo radiante de la solución surafricana es el que nos guía. Lo mismo que la transformación del Africa del sur racialista, llegando a convertirse en un Estado normal, fue benéfico tanto para los nacionalistas blancos despreciados como para los indígenas adorados por la izquierda, los judíos nacionalistas (“sionistas”) debería recibir garantías (merecidas o no) en el proceso de normalización del Israel racialista, convirtiéndose éste en Estado normalizado israelopalestino.
Sergio recuerda a sus lectores que “los sionistas se negaron a la creación de un Estado palestino, y ahora Shamir quiere que respalden un Estado no confesional. ¿Estamos soñando?” Los sueños pueden convertirse en realidad, querido Sergio. Los sueños de ayer son la realidad de mañana. Los sectarios dogmáticos, para quienes el mundo está hecho de un cristal rígido, son los únicos que no cambian.
Sergio declara horrorizado que los sionistas de derecha como Moshe Arens “quieren … anexar los territorios, sencillamente, dándoles la ciudadanía a los palestinos que viven allí hoy en día (¡no a los que se marcharon, por supuesto!)”. Déjalos que lo hagan, Sergio, es un primer paso positivo. La plena ciudadanía para los palestinos que viven en Palestina es lo mejor de lo que deberíamos desear; de hecho es lo mejor que cualquiera debería desear.
Serge da en el clavo en el plano emocional, pero es flojo en aritmética. Afirma que “esto no cambiará mucho la situación, pues ya son muchos los palestinos ciudadanos de Israel.” Hoy se considera que los palestinos no son más del 10% de los votantes para el parlamento israelí. Si todos los palestinos tuvieran el derecho al voto, sumarían al menos el 45% de los votantes israelíes. ¡Imagínate! Ninguna ley podría pasar sin su aprobación, ningún gobierno podría formarse sin incluir a los palestinos. Hasta el retorno de los refugiados de 1948 podría volverse posible bajo esas circunstancias (esos “sueños”, como debería decir Serge).
Serge combate mis propios sueños (y mis opciones, en tanto votante israelí) cuando proclama: “Shamir trató de vendernos al político mafioso Arcdi Gaydamak, diciendo que iba a ganar las elecciones [municipales] y limpiar el escenario de corruptos. Pero Gaydamak, con la cana persiguiéndolo hasta en Israel, se las arregló, pagando un precio elevado, para volver a Rusia, donde recapacitó.”
Sigo lamentando la estruendosa derrota de Gaydamak en las elecciones municipales de Jerusalén. En su lugar, Jerusalén prefirió elegir al terrible Barkat, que ha venido derribando viviendas árabes a diario desde que fue elegido. Si llega un día en que todos los judíos se vean expulsados de Israel/Palestina, será más por culpa de los Barkats que de los sionistas religiosos. La política de extrema derecha de Barkat es una vergüenza para Jerusalén, pero fue la opción preferida incluso por los más izquierdistas de los sionistas (como Uri Avnery) porque estaba en contra de los judíos religiosos. Gayadamak podría haber sido el primer alcalde bueno de Jerusalén. La ciudad santa nunca ha tenido un buen intendente; hay quien dice que Nashashibi servía, y otros dicen que ni siquiera él. Gayadamak se preocupaba realmente por los palestinos que viven en Jerusalén, tanto como por los judíos ortodoxos. Entregó armas al gobierno comunista del MPLA en Luanda, y esto lo considero yo como una valiosa hazaña. ¡Cómo no iba a estar detrás de él la policía! No nos olvidemos que también persiguieron a Serge Thion: Gaydamak se salvó, y Serge también. Me alegro que los dos sigan libres, y procuremos que no les caigan encima ahora. Serge habla de “volver al terreno”, como buen revolucionario, pero demuestra lo alejado que está de la realidad del terreno en Israel. Él sigue pensando que los beduinos del Sinai están bajo la administración militar israelí. Pero el Sinai con sus Beduinos fue devuelto a Egipto en los años 1970. Piensa que los ciudadanos israelíes de origen árabe estuvieron bajo administración militar durante “decenios”. En realidad, esto se terminó alrededor de 1966. Sergio dice que en la medida en que los árabes israelíes reciben un estatuto de secunda clase en Israel, deberían bien marcharse o expulsar a los amos. Esta es la forma de hablar de los revolucionarios. Pero hay otro camino, el camino evolucionista. El argumento “partición o nada” es la base de la que arrancan los sionistas de izquierda que defienden la solución de los dos estados, la gente como Uri Avnery. Ya he argumentado contra esto en otro texto (“El lobo, el cordero y la serpiente Ouroboros”, en inglés, ohttp://www.israelshamir.net/French/loup.htm para la versión francesa).
A Sergio le molesta que, con la solución de un solo Estado, los judíos puedan sobrevivir y prosperar en Palestina. Él prefiere ofrecerles a los judíos la conocida alternativa: “la maleta o el ataúd”. Aquí debemos separarnos. Yo sí quiero “salvar a los judíos, mantener su presencia en Palestina después del fracaso del Estado judío”. Sergio nos destapa que “ los judíos siempre serán capaces de seguir adelante, incluso en un Estado árabe, y tal vez en un Estado musulmán islámico. Ellos saben hacerlo.” ¡Pues sí, Sergio, es cierto! Y esto es lo que quiero. Los judíos se las arreglan perfectamente en el Irán musulmán e islámico, y les irá bien en una Palestina unificada. Esto te cae mal y a mí me conviene perfectamente, porque yo estoy a favor de Palestina, mientras que tú estás en contra de los judíos.
Deberíamos percatarnos de la dimensión cristiana, de la dimensión caritativa, en la solución con un solo Estado. Los sionistas pelearon duro –nadie fue más cerrado y dispuesto a poner el mundo a temblar con su determinación- y sin embargo han perdido. Esto es lo que les espera a todos los que pretenden abarcar el mundo en su proyecto. Los judíos han cooperado con el juggernaut sionista por muchas y variadas razones. ¿Cómo los vamos a castigar? ¿Expulsándolos, negándoles el menor motivo para cooperar con nosotros? ¿O vamos a reconocer su valía, tal vez a reconocer como mínimo su tozudez y su talento para recolectar fondos? La caridad para los que la merecen no es ninguna caridad, sino justicia. La justicia es lo que se le ha negado al pueblo palestino, pero de hecho la justicia está llegando. ¿Cómo tratará el victorioso pueblo palestino a los vencidos? Yo desearía que los tratasen con caridad.
Sergio aclaró su preferencia en su prólogo a una traducción italiana de uno de mis libros, al decir:
“Los palestinos, en el fondo, no tienen más que un reclamo: que los judíos se vuelvan a los países de donde vinieron. Nadie entre los palestinos quiere dañarlos, pero nadie aceptará jamás su presencia… Israel es una causa perdida, los post-sionistas quieren salvar a los judíos hasta donde sea posible… Renunciar a la vieja ilusión de dos “Estados” que los israelíes siempre han estado saboteando, luchar por un Estado único, democrático”, al estilo “un hombre, un voto”, la consigna de los militantes contra el apartheid en Africa del sur. Creo que es una manera de mantener la élite (político financiera) en el poder … Esta perspectiva no me parece realista. El peso de los crímenes cometidos por los sionistas es un himalaya al lado de las lomas nazis. El río de sangre que los sionistas han echado a correr desde 1936 es demasiado ancho para que puedan ahora franquearlo diciendo: “olvidémonos de todo y volvámonos socios”. El rechazo es visceral, violento, en todo el Medio Oriente; Los judíos tendrán que marcharse, y la aventura sangrienta del sionismo debería “borrarse de las páginas del tiempo”, como decía poéticamente el iman Jomeyni, y lo retoma el fiel presidente Ahmadinejad.”
En mi opinión, este enfoque es tan erróneo como criminal. Suena a los ya lejanos alegrones de la partición de la India. “Que se vayan” es una consigna de la extrema derecha en Europa y en USA; quieren devolver los negros al África, los turco-europeos a Turquía, los chicanos a México, aun si los señalados por estos estereotipos raciales jamás han visitado el lugar de origen que se les asigna. De la misma forma, los extremistas israelíes quieren mandar a los israelíes árabes a Arabia. No termina nunca eso de “devolverlos”. No digo que sea imposible, porque es posible y se ha hecho en el pasado. Los españoles arrojaron a los moros a África del norte después de convivir con ellos 700 años. Los rusos echaron a los alemanes de Prusia oriental 900 años después de que se hubieran acomodado allí. Los argelinos trataron de librarse de los franceses 150 años después que llegó la cultura francesa. Los resultados son tan parecidos que se pueden predecir para el caso palestino: sangre vertida, saqueo, pueblo dividido por el odio. Además de la brutalidad requerida para obligar a las poblaciones a mudarse contra su voluntad, el Estado se encuentra debilitado en general por el desorden constante. La Argelia de hoy está menos desarrollada y posiblemente sea menos democrática de lo que fue antes de la huída masiva de los colonos europeos. Es mejor vivir y dejar vivir; hacer a la gente igual no requiere que se desarraigue a nadie.
En tanto que ciudadano de Israel, sé que esta actitud madura, que incluye concesiones, tiene un auténtico arraigo allí. La mayoría de los palestinos en Palestina no comparte el deseo de Serge de “devolver a los judíos a sus países”. Los amargados, los desilusionados sí lo desean, profundamente. La mayor parte de los judíos quisiera que los palestinos se volvieran a una patria pan-árabe imaginaria. Es un deseo natural, un deseo infantil. Yo quisiera que mi problema desparezca, y que ya yo no tenga que ocuparme de eso. Es tan natural como el deseo de volver a la juventud. No tenemos por qué combatir nuestros sentimientos, basta con entender aquello no sucederá, y punto.
Son ríos de sangre los que dividieron en un tiempo a los bretones de la parte occidental de Francia del resto del país; ahora viven en paz juntos en un solo Estado. Abogamos por un solo Estado, es decir un Estado donde la gente viva junta en un plano de igualdad, sin expulsar a nadie, ni judíos, si sionistas, ¡a nadie! Cuando los judíos dan marcha atrás a sus complejos de superioridad y sus complejos de persecución, saben volverse ciudadanos normales, útiles. Sería mejor para todos, incluyéndolos a ellos, si pudieran librarse de sus apegos clánicos, pero esto puede esperar, pues como lo dice el Cantar de los Cantares: “No despertéis a mi amada antes que se despierte por sí misma”. Vamos a pelear por la igualdad como gente grande. No hay que complacerse en la fantasía infantil de Serge: el sueño (o mejor dicho, la pesadilla) de librarnos de millones de seres humanos.
Serge pega el grito en el cielo: “Shamir, estás equivocado, no creas que somos tontos”. Serge, te estoy hablando a ti, y a ti solo cuando impugno a un hombre que se ha dejado descarrilar por sus sentimientos anti judíos personales. Tu odio desaforado es un regalo que les estás haciendo a los opositores al sionismo más razonable. En la mesa de negociaciones, la gente con cordura se apartará con asco de tu inhumana solución final, y se ceñirá a la de Ahmadinejad, Hamas, e incluso Hezbolá, porque ellos por lo menos autorizarán una presencia judía después que Palestina se halle liberada de las cadenas de Sión. Yo escribí que la integración es algo bueno para los judíos. Serge aclara entonces: “porque pueden explotar, hacerse los banqueros”. Queda claro tu juego, Serge: quieres librarte de los judíos, y quieres que el pueblo palestino tenga sangre en las manos. Si sientes que debes seguir por ese camino, Serge, haz lo que te pida el corazón. Pero entonces hazlo en Francia, en tu propia área de juego. Palestina tiene suficientes dolores de cabeza, y no puede dedicar sangre a satisfacer tus ansias de limpieza étnica.
No eres ningún tonto, Serge, y yo no pondría en duda jamás tu habilidad para hacer triunfar una solución atrevida. Te has colocado tú mismo en una categoría muy específica, la del extremista y fanático anti-judío, el tipo de gente que hace que todos los demás parezcan moderados. Gracias por hacernos este favor apreciable.
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Traducción: María Poumier