A mediados de su corto verano, Moscú está refrescante y relajado. Cunden en las aceras mesitas y clientes alegres, y el tráfico ha amenguado, merced a las vacaciones. El peligro para los hombres está en las minifaldas atrevidas.
Dentro de poco, Edward Snowden podrá disfrutar de los encantos y peligros de la ciudad, en cuanto reciba su carta de refugiado, con la cual se podrá mover libremente por Rusia y entablar relaciones con los habitantes.
Será un cambio feliz, después del aeropuerto internacional de Sheremetyevo, donde se le tuvo acorralado un buen rato. Es un aeropuerto amplio, y hay desdichados, refugiados sin documentos en su mayoría, que viven allí, llevando diez años o más estancados, en tránsito. Pareció que nuestro héroe iba a quedar atrapado en el limbo para siempre. Los rusos y el intrépido Snowden se mantenían a raya, observándose unos a otro, hasta que el hielo se rompió. Snowden consiguió un encuentro con representantes del público ruso: algunos miembros del parlamento (la Duma, en ruso), algunos defensores de los derechos humanos, abogados prestigiosos.
Les recordó que él estaba autorizado, sin ningún límite, “para buscar, confiscar y leer las comunicaciones de cualquiera, y … cambiarle el destino a la gente.” Invocó la Constitución usiana que violan los embozados, explicando que la constitución “prohíbe semejantes sistemas de vigilancia masiva e invasiva.” Rechazó justamente el ardid legal de Obama con sus tribunales secretos, pues ningún secreto puede purificar lo sucio. Recordó la regla reconocida en Nuremberg: “los ciudadanos tienen el deber de violar las leyes de su país para impedir crímenes contra la paz y la humanidad.” Y este sistema de vigilancia total es un crimen contra la humanidad, no cabe duda, es la piedra angular del férreo régimen que pretenden imponer al planeta entero. Cuando interrumpió su declaración el altoparlante, anunciando mecánicamente un vuelo por salir, sonrió delicadamente y comentó: “cuántas veces me ha tocado escuchar eso esta semana.”PLes cayó bien a los rusos; cambió del todo la actitud hacia Snowden, como me lo esperaba cuando hice un llamado para que tuviera lugar este encuentro en las páginas del diario ruso más leído, que es KP (Komsomolskaya Pravda). Y ahora nos enteramos que los rusos están decididos a darle un documento de refugiado, y a garantizarle la libertad de movimiento en Rusia.
¿Por qué tardaron tanto los rusos?
Snowden es americano, y los yankis, como los británicos, tienen fuertes prejuicios contra Rusia, su enemigo común durante la Guerra fría. Para ellos, es el país del gulag y el KGB. Ambas amenazas se esfumaron hace décadas, pero las tradiciones no mueren fácilmente, si es que mueren. Gulag y KGB, además no eran sino versiones modernizadas de los horrores zaristas del XIX, con knut y servidumbre, que pueden verse superadas por el nuevo Estado mafioso brutal en Rusia, tal como lo actualiza Luke Harding. Para un americano medio, la idea de entablar un acercamiento con Rusia es casi imposible. Peor aún en el caso de un agente de la CIA o la National Security Agency, como lo era Snowden. Sintió que si se abrazaba a Rusia, perdería su estatuto de lanzador de alerta para ser considerado un simple agente del enemigo, o sea, harina de otro costal.
Lo mismo le pasó a Julián Assange. cuando se le propuso escapar a Rusia, lo cual técnicamente era posible, le dio largas al proyecto, estuvo perdiendo tiempo, y se quedó en Inglaterra, incapaz, al fin y al cabo, de saltar la zanja que divide Occidente de Oriente.
Snowden no estaba buscando los focos mediáticos, más bien todo lo contrario. Lo que quería era detener los crímenes que comete la tal NSA en nombre del pueblo americano, ni más ni menos. Esperaba convertirse en la nueva Garganta profunda, cuya identidad jamás debía revelarse. Sus primeras revelaciones de hondo nivel las hizo por correspondencia; voló a Hong Kong porque está bajo soberanía china, habla chino con fluidez, y China es un Estado poderoso, no tan fácil de doblegar.
Les chinos sacaron provecho de las revelaciones de Snowden para contrarrestar acusaciones yankis de espionaje electrónico, pero no estaban cómodos con Snowden, tiraron lejos la papa caliente. Tuvieron una última delicadeza, le avisaron 24 horas antes de detenerlo. Tuvo que salir huyendo, se subió a un vuelo de Aeroflot para Moscú acompañado por una encantadora inglesa, lady Sarah Harrison, de la dirección ejecutiva de Wikileaks.
Snowden aterrizó en Moscú, pero nunca contempló la posibilidad de refugiarse en Rusia. Para él se trataba simplemente de un lugar de tránsito hacia un país neutro, que podía ser Islandia o Venezuela, cualquier punto del mundo occidental. Pensaba volar a La Habana, y de allí seguir para Caracas. No había medido cuán largo es el brazo del Estado profundo usiano, que ya lo estaba corriendo para darle un castigo ejemplar.
Al principio, los yankis ejercieron presiones enormes sobre Cuba para que le negara el paso a Snowden. Amenazaron a Cuba con una invasión y un bloqueo cerrado, y Castro le pidió a Snowden que por favor se buscara otro itinerario. Pero Aeroflot es la única línea que podría sacar a Snowden de Rusia, y Aeroflot sólo vuela via La Habana, de modo que se cayó el primer plan.
La cumbre sobre el gas en Moscú le ofreció otra salida: asistían a ella los presidentes de Bolivia y Venezuela, que vinieron ambos en sus aviones privados capaces de recorrer largas distancias. Primero salió Evo Morales de Moscú. Se le obligó a volver a tierra, registraron la nave, con lo cual sentaron un precedente histórico inédito. Esto le sirvió de advertencia al presidente Nicolás Maduro, quien se marchó sin llevarse a Snowden.
Esto para Snowden fue un importante descubrimiento: la experiencia le enseñó que no hay más que un país fuera del alcance de las garras del tío Sam.El único país que es una real alternativa al imperio, el único donde la Navy no allanará poblados ni los drones de Obama bombardearán, el único país cuyos aviones no pueden ser detenidos ni registrados. Entendió que Moscú es el único lugar seguro en el mundo para un enemigo identificado como tal por el imperio. A partir de entonces, estaba listo para contactar a los rusos. Retomó su pedido de asilo provisional, que se le va a dar con toda probabilidad.
Los rusos también estuvieron dudando. No tenían ganas de irritar a los yankis, sabían que Snowden no había intentado acercarse a ellos, sino que de casualidad se quedó atrapado en una zona de tránsito. El era la papa caliente, y mucha gente estaba convencida de que era mejor seguir el ejemplo chino y mandarlo a rebotar más lejos.
El lobby usiano movió todas las fichas para conseguir su extradición. Había activistas por los derechos humanos y miembros de ONG entre los empleados del Departamento de Estado. A esa gente y sus organizaciones se les promueve allá como quinta columna. Lyudmila Alexeeva es una activista rusa de peso en ese campo; era una disidente antisoviética, consiguió la nacionalidad usiana, volvió a Rusia y volvió a su combate por los derechos humanos y contra el Estado ruso. Se le grabó diciendo que Snowden es un traidor a sueldo, ningún lanzador de alerta ni defensor de derechos humanos. Convendría devolverlo a US, musitó. Otros disidentes conocidos y opositores al régimen de Putin enfatizaron, con lo que revelaron su color verdadero.
Algunos siloviki también estaban en contra de Snowden. Son los miembros y ex miembros de los servicios de inteligencia rusos, que se adhirieron al concepto de convergencia entre servicios de seguridad y colaboraron con los servicios americanos y otros, especialmente israelíes. Decían que la lealtad al servicio al que uno pertenece es la virtud más importante, y que no se puede confiar en un traidor. Despreciaron las revelaciones de Snowden, diciendo que todo eso lo sabían desde tiempo atrás. Dijeron que era dudoso que se peleara con Washington por ello. Esta era también la línea de Konstantin Remchukov, importante dueño de medios rusos, propietario de Nezavisimaya Gazeta, quien agregó que Snowden era un espía chino.
Y también se destacaron los conspiracionistas, ladrando que Snowden es un caballo de Troya, enviado para descubrir los secretos de Estado de Rusia. Ya era un agente doble de la CIA, alegaron. No, del Mossad, agregaron otros. Devuélvanlo a Rusia, sentenciaron. Esta es la piedra de toque que ha desenmascarado a muchos agentes de USA, disfrazados de defensores de los derechos humanos o igualmente falsos siloviki de la seguridad.
Entre los defensores de Snowden en Rusia, se encontraba mi amigo el poeta Eduardo Limonov, que calificó a Snowden de presagio del derrumbe del mundo unipolar. El diario mío, KP, defendió su causa también. La televisión estatal tuvo un enfoque cauteloso, más bien escéptico ante los descubrimientos de Snowden.
El presidente Putin también se movió con cuidado. Al principio, paró los rumores de que iba a entregar a Snowden con un planteamiento lacónico: “Rusia no extradita nunca a nadie a ningún país.” Después le ofreció asilo a Snowden con la condición de que no actuaría contra USA. Es la condición habitual que se le pone a un refugiado político. Agregó que posiblemente Snowden no aceptaría, ya que quiere continuar en su lucha “exactamente como el profesor Sajarov”, el famoso disidente de la era soviética. También trató de disuadir América de perseguir a Snowden, comparando la situación con la de “aquél que quiso esquilmar un cerdito: desató una gritería infernal, y poca lana le sacó.” Y le salió bien la prudente jugada: Snowden aceptó la condición y pidió formalmente un asilo provisional hasta que se le abra el camino hacia América latina, a la vez que el presidente quedaba bien y hacía lo posible para evitar una crisis con los yankis y el poderoso lobby proamericano en Rusia. Yo quisiera agregar que a pesar de su imagen de machista y autócrata, Putin no controla los medios libres en Rusia, que tienen por dueños señorones muy pro occidentales, y las intervenciones presidenciales en los debates nacionales apenas si los reflejan.
El dirigente ruso no buscó la confrontación. Por regla general no le gustan las turbulencias. Se destaca más bien como gobernante precavido y conservador. Es probable que preferiría que Snoden volase hacia otros cielos, tanto más cuando Snowden, que es un patriota americano, no querría compartir la corona de joyas robada con los rusos. Tardó lo más posible en autorizar, es decir en garantizar a Snowden el encuentro con el público ruso. No obstante, durante ese período, los yankis sumaron muchos nombres más a la secreta lista Magnitsky de rusos cuyas pertenencias y cuentas están por secuestrar (“por congelar” es la fórmula técnica en uso), a petición de USA y sus aliados. Hubo miembros del Congreso que vituperaron a Putin, regando calumnias sobre Rusia. “Espérense y verán, Obama llamará a Putin esta noche y él les devolverá a Snowden en el acto”, dijo el vocero de la Casa Blanca. Mientras tanto, los yankis siguieron armando maquinaciones contra Siria en el Oriente Medio, Israel bombardeó las posiciones sirias, probablemente con respaldo americano. En vez de demostrarle la menor consideración, Obama trató de desafiar a Putin. Era una táctica errónea, y el tiro le salió por la culata.
Al mismo tiempo, Rusia llevó a cabo una súbita inspección de sus capacidades militares de intervención, manteniendo abiertas todas las opciones, por lo visto. Este gran país no está buscando crear crisis, pero nadie lo hace retroceder. Snowden está a salvo aquí en Moscú, así que va a poder aclararle al mundo los crímenes contra la humanidad cometidos por los servicios secretos yankis. Y Moscú es un bello paradero, especialmente en verano.
Traducción del inglés: Maria Poumier